Es una medida esencial
Para defender la Europa del Euro
Hay que aguantarla frente a los Instigadores
Y los Depredadadores Financieros
martes, 15 de febrero de 2011
Jens WEIDMAN: Enseña a Merkel
De fontanero de Merkel a posible máxima autoridad monetaria de la zona euro. Así es Jens Weidmann.
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Jens Weidmann
* Depósitos, cuentas remuneradas, y tarjetas – compara antes de contratar
* Weber no sucederá a Trichet
2011-02-15
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FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA
Suabo de nacimiento, el nuevo hombre fuerte de la política económica germana, Jens Weidmann, es un producto de la era Merkel. Con sólo 38 años la recién elegida canciller le sacó de un destino gris al frente del Consejo de Expertos Económicos, donde ejercía como secretario, para ponerle al frente del grupo de análisis de política monetaria del Bundesbank. Un cargo desde el que coordinó las negociaciones del G-20 en nombre de Alemania para luchar contra los efectos de la crisis financiera.
De ahí pasó a uno de los puestos más ambicionados por los economistas alemanes, el de Sherpa en el G-8. Los "sherpas" son los asesores personales de los líderes que intervienen en las cumbres, una suerte de emisarios con plenos poderes. Los sherpa preparan las conferencias y definen los puntos a tratar. Dentro del gabinete presidencial son, asimismo, los que trazan la estrategia y, haciendo honor a su sobrenombre, dirigen a su respectivo líder por el proceloso ambiente de las cumbres internacionales de alto nivel.
A Weidmann, de quien se dicen maravillas dentro del exigente Bundesbank, le queda cuerda para rato. Por de pronto será el sustituto de Axel Weber al frente del poderoso banco central germano, quien ha decidido abandonar el cargo un año antes de que se acabe su mandato. El despacho del presidente del Bundesbank bien podría ser la antesala de un destino más elevado aunque no muy alejado geográficamente (ambos están en Fráncfort), la presidencia del Banco Central Europeo.
Es un futurible que tiene todos los visos de hacerse realidad. Por turno le toca a Alemania colocar presidente en el BCE tras los años de cuota francesa representados por Jean Claude Trichet, al borde de su retiro. Alemania, además, ha ganado muchos enteros en los últimos años gracias al buen desarrollo de su economía y a la debacle de los PIGS. Saber quién va a ponerse al frente del Banco Central es, por lo tanto, algo de capital importancia para ir viendo por donde va a discurrir la política de la entidad en los próximos años.
De Weidmann puede esperarse lo propio de la escuela alemana de banca central, es decir, rigor monetario y pánico a la inflación, dos lecciones que la hiperinflación de los años veinte dejó marcadas a fuego entre los economistas alemanes. En su juventud fue discípulo de Manfred Neumann, uno de los eméritos más influyentes de Europa. El profesor Manfred Neumann, del Institut für Internationale Wirtschaftspolitik y, recientemente, autor de un polémico informe que dio la vuelta a Europa hace unas semanas.
El mentor de Weidmann es, entre otras cosas, partidario de las quiebras ordenadas sin necesidad de salir del euro, una apuesta original y arriesgada que, con Weidmann en la presidencia, podría llegar hasta la cumbre del BCE. Es sólo una hipótesis. Lo que no lo es en absoluto es la facilidad de Weidmann para resumir grandes problemas económicos en pequeños programas accesibles para todo el mundo.
Esa facilidad le llevó a la fontanería económica de la Cancillería. Un precedente: cuando ejercía de secretario del Consejo de Expertos Económicos consiguió fundir en un programa de 20 puntos las condiciones para que la Alemania de entonces, sumida en la crisis, recuperase la senda del crecimiento y el empleo.
Su antiguo jefe en el Consejo, Bert Rürup, remarcaba, cuando se lo llevaron a Berlín, que Weidmann era una "mente brillante, probablemente acabe como economista jefe del Bundesbank". La realidad es que, en sólo cinco años, su carrera ha ido mucho más lejos. Un colaborador de confianza cree que la clave de su éxito es, aparte de su juventud y capacidad de trabajo, su pragmatismo: "Le interesan las relaciones empíricas, no los asuntos ideológicos", asegura convencido de que a la estrella de Weidmann le falta aún mucho tiempo para apagarse.
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Jens Weidmann
* Depósitos, cuentas remuneradas, y tarjetas – compara antes de contratar
* Weber no sucederá a Trichet
2011-02-15
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FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA
Suabo de nacimiento, el nuevo hombre fuerte de la política económica germana, Jens Weidmann, es un producto de la era Merkel. Con sólo 38 años la recién elegida canciller le sacó de un destino gris al frente del Consejo de Expertos Económicos, donde ejercía como secretario, para ponerle al frente del grupo de análisis de política monetaria del Bundesbank. Un cargo desde el que coordinó las negociaciones del G-20 en nombre de Alemania para luchar contra los efectos de la crisis financiera.
De ahí pasó a uno de los puestos más ambicionados por los economistas alemanes, el de Sherpa en el G-8. Los "sherpas" son los asesores personales de los líderes que intervienen en las cumbres, una suerte de emisarios con plenos poderes. Los sherpa preparan las conferencias y definen los puntos a tratar. Dentro del gabinete presidencial son, asimismo, los que trazan la estrategia y, haciendo honor a su sobrenombre, dirigen a su respectivo líder por el proceloso ambiente de las cumbres internacionales de alto nivel.
A Weidmann, de quien se dicen maravillas dentro del exigente Bundesbank, le queda cuerda para rato. Por de pronto será el sustituto de Axel Weber al frente del poderoso banco central germano, quien ha decidido abandonar el cargo un año antes de que se acabe su mandato. El despacho del presidente del Bundesbank bien podría ser la antesala de un destino más elevado aunque no muy alejado geográficamente (ambos están en Fráncfort), la presidencia del Banco Central Europeo.
Es un futurible que tiene todos los visos de hacerse realidad. Por turno le toca a Alemania colocar presidente en el BCE tras los años de cuota francesa representados por Jean Claude Trichet, al borde de su retiro. Alemania, además, ha ganado muchos enteros en los últimos años gracias al buen desarrollo de su economía y a la debacle de los PIGS. Saber quién va a ponerse al frente del Banco Central es, por lo tanto, algo de capital importancia para ir viendo por donde va a discurrir la política de la entidad en los próximos años.
De Weidmann puede esperarse lo propio de la escuela alemana de banca central, es decir, rigor monetario y pánico a la inflación, dos lecciones que la hiperinflación de los años veinte dejó marcadas a fuego entre los economistas alemanes. En su juventud fue discípulo de Manfred Neumann, uno de los eméritos más influyentes de Europa. El profesor Manfred Neumann, del Institut für Internationale Wirtschaftspolitik y, recientemente, autor de un polémico informe que dio la vuelta a Europa hace unas semanas.
El mentor de Weidmann es, entre otras cosas, partidario de las quiebras ordenadas sin necesidad de salir del euro, una apuesta original y arriesgada que, con Weidmann en la presidencia, podría llegar hasta la cumbre del BCE. Es sólo una hipótesis. Lo que no lo es en absoluto es la facilidad de Weidmann para resumir grandes problemas económicos en pequeños programas accesibles para todo el mundo.
Esa facilidad le llevó a la fontanería económica de la Cancillería. Un precedente: cuando ejercía de secretario del Consejo de Expertos Económicos consiguió fundir en un programa de 20 puntos las condiciones para que la Alemania de entonces, sumida en la crisis, recuperase la senda del crecimiento y el empleo.
Su antiguo jefe en el Consejo, Bert Rürup, remarcaba, cuando se lo llevaron a Berlín, que Weidmann era una "mente brillante, probablemente acabe como economista jefe del Bundesbank". La realidad es que, en sólo cinco años, su carrera ha ido mucho más lejos. Un colaborador de confianza cree que la clave de su éxito es, aparte de su juventud y capacidad de trabajo, su pragmatismo: "Le interesan las relaciones empíricas, no los asuntos ideológicos", asegura convencido de que a la estrella de Weidmann le falta aún mucho tiempo para apagarse.
lunes, 14 de febrero de 2011
LAS CRISIS EN OCTUBRE: Demanda de Liquidez
Durante los años de burbuja inmobiliaria en España la locura se apoderó de gran parte del país. La euforia flotaba por el aire mientras el homo triunfador hispanicus caminaba orgulloso por la calle con su Audi recién estrenado, sus gafas de sol Dolce&Gabbana y la ropa de Armani. El crédito fluía libre, hipotecando a todo un país que se daba aires de nuevo rico, animado por prensa y Gobierno por igual. Quien no tuviera piso e hipoteca era tildado de perdedor. No obstante, ya se sabe que el "precio de los pisos siempre sube..."
Todo el país sucumbió a estos cantos de sirena. ¿Todo? !No¡ Un grupo de ciudadanos irreductibles, organizados en asociaciones y foros de internet, resistieron la locura, cual aldea gala a los romanos. Y en uno de estos foros se popularizó una frase: "Será en octubre". Una especie de grito de guerra interno que representaba el mes en que la burbuja y el sistema financiero colapsarían con todo tipo de consecuencias, llegando algunos al extremo de predecir el colapso total.
¿Por qué en octubre?
Podría parecer una payasada más de las que circulan por internet, pero algunas veces la cultura popular esconde pequeñas gemas de lucidez. Un breve vistazo a la historia muestra que el grito de guerra "será en octubre" no va nada desencaminado.
Durante el pasado siglo XX acontecieron varias crisis financieras en octubre o, al menos, muy próximas a dicho mes, empezando por el crash de octubre de 1907 en la bolsa estadounidense. Sin embargo, la primera recesión internacional importante no tuvo lugar hasta 1920-1921, debido al enorme coste de la I Guerra Mundial. Curiosamente, el desplome bursátil asociado a dicha crisis comenzó el 3 de noviembre de 1919.
Diez años más tarde, también en octubre, aconteció el famoso crash de 1929, que daría paso a la Gran Depresión. En concreto, el 24 de octubre de 1929 es conocido como el Jueves Negro, y a éste sucedió el Martes Negro la semana siguiente.
Más recientemente, destaca también el denominado Lunes Negro, el 19 de octubre de 1987, que dio paso a la crisis Savings and Loans de EEUU, causada por la sobre-expansión crediticia de los bancos estadounidenses dedicados a la concesión de hipotecas y a alimentar la consiguiente burbuja inmobiliaria. Una de las grandes excepciones a este tipo de coincidencias en el calendario es, sin duda, el estallido de la burbuja puntocom, ya que tuvo lugar entre marzo y abril del año 2000.
Sin embargo, el otoño también estuvo muy presente durante la presente crisis. El pánico bancario que desató el Northern Rock en Reino Unido se inició el 14 de septiembre de 2007, debido a los rumores (con fundamento) sobre las graves dificultades financieras que atravesaba el banco.
Por supuesto, el gigante norteamericano Lehman Brothers colapsó el 15 de septiembre de 2008, tambaleando así los cimientos financieros de medio mundo. Por si fuera poco, el sistema bancario islandés quebró, igualmente, ese mismo octubre, a pesar de los intentos desesperados del Gobierno de Islandia para evitar lo inevitable.
A la vista de los acontecimientos, muchos inversores y analistas se han planteado abiertamente el por qué de tales coincidencias temporales, sin llegar a una conclusión definitiva. Muchos afirman que solo es casualidad, mientras que tampoco faltan los que lanzan toda una retahíla de explicaciones conspiranoicas, desde las más creíbles hasta las más inverosímiles. Pero entre todos estos argumentos destaca uno.
La demanda de liquidez
Para estudiar el sistema financiero y monetario siempre resulta interesante fijarse en la experiencia de modelos diferentes al actual para comprobar si las teorías económicas son solo explicaciones ad-hoc o bien reflejan leyes fundamentales. Particularmente, sobresale un fenómeno propio del sistema financiero canadiense del siglo XIX que arroja algo de luz acerca de la importancia del período otoñal para la banca.
El siguiente gráfico representa la cantidad de billetes puestos en circulación por el sistema bancario de Canadá (en negro) y de EEUU (en gris) de 1880 a 1900.
Fuente: Central Banks as Source of Finantial Inestability, de George Selgin.
En concreto, el sistema monetario y bancario estadounidense estaba por entonces fuertemente regulado mediante las leyes impulsadas por el expresidente Abraham Lincoln tras la Guerra Civil, y cuyo objetivo consistía en concentrar el crédito en los denominados National Banks.
Dichas entidades podían respaldar la emisión de billetes y crédito no sólo mediante oro y plata sino también mediante bonos del Gobierno (deuda pública), lo cual favorecía su financiación. Para asegurarse el éxito del nuevo sistema, el Gobierno estadounidense impuso una tasa a los bancos estatales impidiéndoles así competir en igualdad de condiciones con los National Banks, pertenecientes al sistema bancario federal. En dos años, todos los bancos que no pertenecían al nuevo sistema cerraron o quebraron.
Tales regulaciones permitieron a los bancos estadounidenses de la época escapar el control de los consumidores y a la sana competencia, al tiempo que estimulaban expansiones crediticias a las que seguían pánicos bancarios y la consiguiente contracción monetaria y económica.
Ésta fue, precisamente, la principal causa de los diferentes pánicos y crisis financieras que acontecieron en EEUU durante la segunda mitad del siglo XIX. En concreto, EEUU sufrió dos pánicos bancarios a principios de la década de 1880, uno en 1882 y otro más intenso en 1884, que obligaron al sobre-extendido sistema bancario federal a contraer la masa monetaria, tal y como se ve en la imagen.
En cambio, durante esa misma época, la banca canadiense carecía de grandes regulaciones. Así, cada banco era libre de emitir los billetes que consideraba apropiado, pero bajo el estricto escrutinio de los consumidores y la competencia. Como puede observarse en el anterior gráfico, el sistema canadiense no regulado (free banking) mantiene la masa monetaria a un nivel más constante y estable que el sistema estadounidense regulado.
Además, el sistema bancario canadiense sigue un patrón regular que se repite cada año, donde la emisión de billetes aumenta entre agosto y noviembre, para volver luego a los niveles previos. Estos meses coincidían con la temporada de recolecta, lo cual aumentaba el comercio y la demanda de billetes.
Cuando la demanda de billetes aumenta porque crece el comercio, si los bancos incrementan la oferta de billetes el equilibrio monetario tiende a mantenerse, ayudando a mantener la estabilidad económica. El sistema canadiense sin regular no estaba sobre-extendido y era capaz de acomodar la demanda de billetes estacional, mientras que el sistema estadounidense regulado no respondía a las necesidades de sus consumidores.
Este efecto es, precisamente, el que explicaría por qué las crisis financieras tienden a suceder durante una misma época. Los patrones de comercio suelen ser estacionales y se repiten año a año y, por tanto, la demanda de dinero sigue un patrón parecido. Así, durante las temporadas donde aumenta la demanda de dinero, un sistema financiero sano responderá aumentando temporalmente la emisión, y contraerá la masa monetaria cuando esa demanda estacional desaparezca.
En cambio, un sistema financiero con capacidad para sobre-extenderse, basado en la actual banca central, cuando atraviesa dificultades -crisis cíclicas como resultado de una expansión crediticia sin respaldo de ahorro real- no podrá responder a un aumento estacional de la demanda de dinero, provocando así escasez de billetes, proceso que en la actualidad se conoce bajo el término de crisis de liquidez, con la consiguiente quiebra de las entidades más comprometidas.
Hay que tener muy claro que un aumento de la demanda de dinero es siempre el detonante y nunca la causa primera de la crisis (expansión crediticia impulsada por la banca central y la reserva fraccionaria), pero sí explica por qué las crisis financieras tienden a coincidir durante la misma época. La cuestión clave es que el aumento en la demanda de liquidez no constituye un problema grave para un sistema financiero sano, bien capitalizado, pero sí pone en aprietos a un sistema financiero sobre-extendido.
Una vez más se demuestra el ingenio de la cultura popular, muchas veces superior a la teoría económica dominante... "Será en octubre".
Todo el país sucumbió a estos cantos de sirena. ¿Todo? !No¡ Un grupo de ciudadanos irreductibles, organizados en asociaciones y foros de internet, resistieron la locura, cual aldea gala a los romanos. Y en uno de estos foros se popularizó una frase: "Será en octubre". Una especie de grito de guerra interno que representaba el mes en que la burbuja y el sistema financiero colapsarían con todo tipo de consecuencias, llegando algunos al extremo de predecir el colapso total.
¿Por qué en octubre?
Podría parecer una payasada más de las que circulan por internet, pero algunas veces la cultura popular esconde pequeñas gemas de lucidez. Un breve vistazo a la historia muestra que el grito de guerra "será en octubre" no va nada desencaminado.
Durante el pasado siglo XX acontecieron varias crisis financieras en octubre o, al menos, muy próximas a dicho mes, empezando por el crash de octubre de 1907 en la bolsa estadounidense. Sin embargo, la primera recesión internacional importante no tuvo lugar hasta 1920-1921, debido al enorme coste de la I Guerra Mundial. Curiosamente, el desplome bursátil asociado a dicha crisis comenzó el 3 de noviembre de 1919.
Diez años más tarde, también en octubre, aconteció el famoso crash de 1929, que daría paso a la Gran Depresión. En concreto, el 24 de octubre de 1929 es conocido como el Jueves Negro, y a éste sucedió el Martes Negro la semana siguiente.
Más recientemente, destaca también el denominado Lunes Negro, el 19 de octubre de 1987, que dio paso a la crisis Savings and Loans de EEUU, causada por la sobre-expansión crediticia de los bancos estadounidenses dedicados a la concesión de hipotecas y a alimentar la consiguiente burbuja inmobiliaria. Una de las grandes excepciones a este tipo de coincidencias en el calendario es, sin duda, el estallido de la burbuja puntocom, ya que tuvo lugar entre marzo y abril del año 2000.
Sin embargo, el otoño también estuvo muy presente durante la presente crisis. El pánico bancario que desató el Northern Rock en Reino Unido se inició el 14 de septiembre de 2007, debido a los rumores (con fundamento) sobre las graves dificultades financieras que atravesaba el banco.
Por supuesto, el gigante norteamericano Lehman Brothers colapsó el 15 de septiembre de 2008, tambaleando así los cimientos financieros de medio mundo. Por si fuera poco, el sistema bancario islandés quebró, igualmente, ese mismo octubre, a pesar de los intentos desesperados del Gobierno de Islandia para evitar lo inevitable.
A la vista de los acontecimientos, muchos inversores y analistas se han planteado abiertamente el por qué de tales coincidencias temporales, sin llegar a una conclusión definitiva. Muchos afirman que solo es casualidad, mientras que tampoco faltan los que lanzan toda una retahíla de explicaciones conspiranoicas, desde las más creíbles hasta las más inverosímiles. Pero entre todos estos argumentos destaca uno.
La demanda de liquidez
Para estudiar el sistema financiero y monetario siempre resulta interesante fijarse en la experiencia de modelos diferentes al actual para comprobar si las teorías económicas son solo explicaciones ad-hoc o bien reflejan leyes fundamentales. Particularmente, sobresale un fenómeno propio del sistema financiero canadiense del siglo XIX que arroja algo de luz acerca de la importancia del período otoñal para la banca.
El siguiente gráfico representa la cantidad de billetes puestos en circulación por el sistema bancario de Canadá (en negro) y de EEUU (en gris) de 1880 a 1900.
Fuente: Central Banks as Source of Finantial Inestability, de George Selgin.
En concreto, el sistema monetario y bancario estadounidense estaba por entonces fuertemente regulado mediante las leyes impulsadas por el expresidente Abraham Lincoln tras la Guerra Civil, y cuyo objetivo consistía en concentrar el crédito en los denominados National Banks.
Dichas entidades podían respaldar la emisión de billetes y crédito no sólo mediante oro y plata sino también mediante bonos del Gobierno (deuda pública), lo cual favorecía su financiación. Para asegurarse el éxito del nuevo sistema, el Gobierno estadounidense impuso una tasa a los bancos estatales impidiéndoles así competir en igualdad de condiciones con los National Banks, pertenecientes al sistema bancario federal. En dos años, todos los bancos que no pertenecían al nuevo sistema cerraron o quebraron.
Tales regulaciones permitieron a los bancos estadounidenses de la época escapar el control de los consumidores y a la sana competencia, al tiempo que estimulaban expansiones crediticias a las que seguían pánicos bancarios y la consiguiente contracción monetaria y económica.
Ésta fue, precisamente, la principal causa de los diferentes pánicos y crisis financieras que acontecieron en EEUU durante la segunda mitad del siglo XIX. En concreto, EEUU sufrió dos pánicos bancarios a principios de la década de 1880, uno en 1882 y otro más intenso en 1884, que obligaron al sobre-extendido sistema bancario federal a contraer la masa monetaria, tal y como se ve en la imagen.
En cambio, durante esa misma época, la banca canadiense carecía de grandes regulaciones. Así, cada banco era libre de emitir los billetes que consideraba apropiado, pero bajo el estricto escrutinio de los consumidores y la competencia. Como puede observarse en el anterior gráfico, el sistema canadiense no regulado (free banking) mantiene la masa monetaria a un nivel más constante y estable que el sistema estadounidense regulado.
Además, el sistema bancario canadiense sigue un patrón regular que se repite cada año, donde la emisión de billetes aumenta entre agosto y noviembre, para volver luego a los niveles previos. Estos meses coincidían con la temporada de recolecta, lo cual aumentaba el comercio y la demanda de billetes.
Cuando la demanda de billetes aumenta porque crece el comercio, si los bancos incrementan la oferta de billetes el equilibrio monetario tiende a mantenerse, ayudando a mantener la estabilidad económica. El sistema canadiense sin regular no estaba sobre-extendido y era capaz de acomodar la demanda de billetes estacional, mientras que el sistema estadounidense regulado no respondía a las necesidades de sus consumidores.
Este efecto es, precisamente, el que explicaría por qué las crisis financieras tienden a suceder durante una misma época. Los patrones de comercio suelen ser estacionales y se repiten año a año y, por tanto, la demanda de dinero sigue un patrón parecido. Así, durante las temporadas donde aumenta la demanda de dinero, un sistema financiero sano responderá aumentando temporalmente la emisión, y contraerá la masa monetaria cuando esa demanda estacional desaparezca.
En cambio, un sistema financiero con capacidad para sobre-extenderse, basado en la actual banca central, cuando atraviesa dificultades -crisis cíclicas como resultado de una expansión crediticia sin respaldo de ahorro real- no podrá responder a un aumento estacional de la demanda de dinero, provocando así escasez de billetes, proceso que en la actualidad se conoce bajo el término de crisis de liquidez, con la consiguiente quiebra de las entidades más comprometidas.
Hay que tener muy claro que un aumento de la demanda de dinero es siempre el detonante y nunca la causa primera de la crisis (expansión crediticia impulsada por la banca central y la reserva fraccionaria), pero sí explica por qué las crisis financieras tienden a coincidir durante la misma época. La cuestión clave es que el aumento en la demanda de liquidez no constituye un problema grave para un sistema financiero sano, bien capitalizado, pero sí pone en aprietos a un sistema financiero sobre-extendido.
Una vez más se demuestra el ingenio de la cultura popular, muchas veces superior a la teoría económica dominante... "Será en octubre".
sábado, 12 de febrero de 2011
Salarios Vinculados a La Productividad
Salarios vinculados ¿a la inflación y/o a la productividad?
* Una combinación de ambos sería el escenario ideal
* Los expertos dan sus claves ante el debate abierto
Elena Hita | Madrid
Actualizado sábado 12/02/2011 05:08 horas
* Disminuye el tamaño del texto
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Comentarios 211
La crisis económica, en general, y Merkel, en particular, han puesto sobre la mesa un nuevo debate: vincular salarios a la inflación y/o a la productividad.
Sindicatos y patronal no parecen muy dispuestos a cambiar las cosas y prefieren dejar que siga siendo la inflación la que marque las subidas. En el otro lado, desde la canciller alemana Angela Merkel hasta el Banco de España, pasando por el mismísimo expresidente del Gobierno Felipe González, defienden el rendimiento de la empresa. Y en el medio, el Ejecutivo de Zapatero, que reconoce que habría que cuantificar "mejor" la productividad sin olvidar los precios.
Lo cierto es que una combinación de ambos sería el escenario ideal para no perder poder adquisitivo y para, a la vez, 'premiar' o 'castigar' a los trabajadores según los resultados de la empresa. Y todo ello, como ejemplifica Diego Sánchez de León, socio de Talento, Organización y Personas de Accenture, a partir de una retribución variable, en la que un porcentaje estaría ligado a la productividad de cada trabajador, es decir, al cumplimiento de sus objetivos, y otro, a los resultados de la compañía. El tramo fijo estaría vinculado al IPC.
¿Cuál es la situación actual?
En España, desde la Transición, los sueldos se ligan a la inflación pasada, lo que "garantiza la capacidad adquisitiva, pero genera problemas de competencia año tras año" ya que crea una "espiral" inflacionista, señala Juan Carlos Martínez Lázaro, economista de IE Business School.
Hace justo un año, sindicatos y patronal rubricaron un principio de acuerdo que fija un incremento salarial para 13 millones de trabajadores del 1% para 2010, de entre el 1% y 2% para 2011 y de entre el 1,5% y 2,5% para 2012. Además, se contempla una cláusula de revisión salarial que se aplicará al final del periodo para recuperar lo perdido. No en vano el año pasado la inflación acabó en el 3%.
¿Por qué lo rechazan los agentes sociales?
En una cultura como la nuestra, donde apenas está extendida la retribución variable, no es fácil que un trabajador asuma que parte de su sueldo irá en función de si la empresa gana más o menos dinero.
En paralelo, "¿están las empresas dispuestas a ser transparentes con sus trabajadores y desvelar ciertos datos?", se pregunta Martínez Lázaro. UGT lo duda.
¿Qué dificultades plantea?
Los expertos coinciden en que hay que pasar página de los convenios sectoriales, ya que son "inflexibles" y toman decisiones para todo un sector "independientemente de cómo vaya la empresa", dice Oscar Izquierdo, experto en asesoramiento en Recursos Humanos de Ernst & Young Abogados, y acercarse más a la realidad de cada empresa.
Las empresas, por su parte, deben "facilitar los medios de capital y de organización de trabajo" para que un trabajador pueda ser más productivo, añade Martínez Lázaro, porque "no se trata de trabajar más horas, sino de ser más productivos en las mismas horas".
Ventajas
Además de servir de estímulo a los empleados, sin duda, vincular salarios a productividad permite que muchas pequeñas y medianas empresas no sufran un nuevo revés en sus maltrechas cuentas con subidas salariales indexadas a la inflación.
Ejemplos
Siemens , Google o Volkswagen son tres de las empresas que en plena crisis han subido el sueldo a sus empleados para premiar su trabajo en estos tiempos.
La compañía alemana ha valorado el "destacado comportamiento" de su plantilla durante esta etapa. Por su parte, las nóminas de los trabajadores de la empresa de Internet han estrenado el año con aumentos del 10% y las del fabricante de automóviles, del 3,2%.
Otra versión a la inversa es la pactada en la planta de Barcelona de Nissan, donde el empleo está garantizado tras la adjudicación de la fabricación de una nueva furgoneta. A cambio, la plantilla ha aceptado la congelación salarial.
¿Qué otros elementos se pueden contemplar?
Además del IPC y la productividad, el profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de Fedea, Florentino Felgueroso, apunta otras variables como eficacia, costes unitarios, evolución de precios por sectores o por países.
Por su parte, Sánchez de León añade la competitividad respecto a otras empresas del sector.
¿Qué se hace en otros países?
Según detalla Joan Daura, socio de Recursos Humanos de la consultora PwC, al igual que en España, en Francia e Italia los sueldos también están prácticamente vinculados a la inflación.
En Reino Unido predominan las negociaciones individuales con la empresa, en función de los resultados.
En Alemania, convertido hoy en el país que abandera la causa de la productividad, los sindicatos participan en la gestión de la compañía con lo que hay mucha transparencia y comprensión en esta fórmula.
En EEUU las empresas tienen libertad para hacer lo que mejor les convenga.
Hasta el 19 de marzo, UGT, CCOO y CEOE tienen de plazo para culminar la negociación colectiva, donde, sin duda, este debate tiene que clarificarse.
* Una combinación de ambos sería el escenario ideal
* Los expertos dan sus claves ante el debate abierto
Elena Hita | Madrid
Actualizado sábado 12/02/2011 05:08 horas
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La crisis económica, en general, y Merkel, en particular, han puesto sobre la mesa un nuevo debate: vincular salarios a la inflación y/o a la productividad.
Sindicatos y patronal no parecen muy dispuestos a cambiar las cosas y prefieren dejar que siga siendo la inflación la que marque las subidas. En el otro lado, desde la canciller alemana Angela Merkel hasta el Banco de España, pasando por el mismísimo expresidente del Gobierno Felipe González, defienden el rendimiento de la empresa. Y en el medio, el Ejecutivo de Zapatero, que reconoce que habría que cuantificar "mejor" la productividad sin olvidar los precios.
Lo cierto es que una combinación de ambos sería el escenario ideal para no perder poder adquisitivo y para, a la vez, 'premiar' o 'castigar' a los trabajadores según los resultados de la empresa. Y todo ello, como ejemplifica Diego Sánchez de León, socio de Talento, Organización y Personas de Accenture, a partir de una retribución variable, en la que un porcentaje estaría ligado a la productividad de cada trabajador, es decir, al cumplimiento de sus objetivos, y otro, a los resultados de la compañía. El tramo fijo estaría vinculado al IPC.
¿Cuál es la situación actual?
En España, desde la Transición, los sueldos se ligan a la inflación pasada, lo que "garantiza la capacidad adquisitiva, pero genera problemas de competencia año tras año" ya que crea una "espiral" inflacionista, señala Juan Carlos Martínez Lázaro, economista de IE Business School.
Hace justo un año, sindicatos y patronal rubricaron un principio de acuerdo que fija un incremento salarial para 13 millones de trabajadores del 1% para 2010, de entre el 1% y 2% para 2011 y de entre el 1,5% y 2,5% para 2012. Además, se contempla una cláusula de revisión salarial que se aplicará al final del periodo para recuperar lo perdido. No en vano el año pasado la inflación acabó en el 3%.
¿Por qué lo rechazan los agentes sociales?
En una cultura como la nuestra, donde apenas está extendida la retribución variable, no es fácil que un trabajador asuma que parte de su sueldo irá en función de si la empresa gana más o menos dinero.
En paralelo, "¿están las empresas dispuestas a ser transparentes con sus trabajadores y desvelar ciertos datos?", se pregunta Martínez Lázaro. UGT lo duda.
¿Qué dificultades plantea?
Los expertos coinciden en que hay que pasar página de los convenios sectoriales, ya que son "inflexibles" y toman decisiones para todo un sector "independientemente de cómo vaya la empresa", dice Oscar Izquierdo, experto en asesoramiento en Recursos Humanos de Ernst & Young Abogados, y acercarse más a la realidad de cada empresa.
Las empresas, por su parte, deben "facilitar los medios de capital y de organización de trabajo" para que un trabajador pueda ser más productivo, añade Martínez Lázaro, porque "no se trata de trabajar más horas, sino de ser más productivos en las mismas horas".
Ventajas
Además de servir de estímulo a los empleados, sin duda, vincular salarios a productividad permite que muchas pequeñas y medianas empresas no sufran un nuevo revés en sus maltrechas cuentas con subidas salariales indexadas a la inflación.
Ejemplos
Siemens , Google o Volkswagen son tres de las empresas que en plena crisis han subido el sueldo a sus empleados para premiar su trabajo en estos tiempos.
La compañía alemana ha valorado el "destacado comportamiento" de su plantilla durante esta etapa. Por su parte, las nóminas de los trabajadores de la empresa de Internet han estrenado el año con aumentos del 10% y las del fabricante de automóviles, del 3,2%.
Otra versión a la inversa es la pactada en la planta de Barcelona de Nissan, donde el empleo está garantizado tras la adjudicación de la fabricación de una nueva furgoneta. A cambio, la plantilla ha aceptado la congelación salarial.
¿Qué otros elementos se pueden contemplar?
Además del IPC y la productividad, el profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de Fedea, Florentino Felgueroso, apunta otras variables como eficacia, costes unitarios, evolución de precios por sectores o por países.
Por su parte, Sánchez de León añade la competitividad respecto a otras empresas del sector.
¿Qué se hace en otros países?
Según detalla Joan Daura, socio de Recursos Humanos de la consultora PwC, al igual que en España, en Francia e Italia los sueldos también están prácticamente vinculados a la inflación.
En Reino Unido predominan las negociaciones individuales con la empresa, en función de los resultados.
En Alemania, convertido hoy en el país que abandera la causa de la productividad, los sindicatos participan en la gestión de la compañía con lo que hay mucha transparencia y comprensión en esta fórmula.
En EEUU las empresas tienen libertad para hacer lo que mejor les convenga.
Hasta el 19 de marzo, UGT, CCOO y CEOE tienen de plazo para culminar la negociación colectiva, donde, sin duda, este debate tiene que clarificarse.
El Mejor Fondo de La Historia: Aprende Economia
Para invertir 1.000 dólares y ganar 10 millones sólo hace falta una buena gestión y algo de paciencia. En concreto, 82 años de paciencia, pero es posible. Prueba de ello es la evolución del fondo Pioneer Fund, el tercero más antiguo de EEUU, que es, en términos de rentabilidad, el mejor fondo de la historia. Su trayectoria, hasta el momento, ha obtenido retorno de 1.073.300%.
La gestora Pioneer fundó este fondo en frebrero desde 1928. Su filosofía de inversión es la búsqueda de valor, primando las grandes cotizadas estadounidenses que pasen por un buen momento. Actualmente, sus posiciones mayoritarias son compañías de materias primas y consumo, aunque cuenta con una cartera muy diversificada.
Como esperar 82 años no es plato de buen gusto para nadie, su evolución se puede mirar también en términos de rentabilidad anualizada. Tampoco se le pueden sacar pegas porque presenta una media de 11,85% cada año, frente a la media del índice S&P 500 que es del 9,55%. En el último año acumula una rentabilidad del 15,7%, ligeramente superior al 15,08% del índice S&P 500 en el mismo periodo.
En sus 82 años de historia, tan solo ha tenido cuatro gestores, incluyendo al actual, John Carrey, que es vicepresidente ejecutivo de la firma y miembro de esta desde 1979. A finales de 2010 Pioneer Fund gestionaba unos 7.000 millones de dólares.
Otro punto a su favor es la distancia con su competidor más directo, American Funds Investment Company (AIVSX), que obtuvo una rentabilidad del 684.327% desde su arranque en 1934. Este tampoco lo ha hecho mal. El fondo ha batido en un 85% de los fondos de larga capitalización en los últimos 15 años. En cuanto a su estrategia de inversión, se centra en firmas que presentan dividendos saneados y en aquellas que son capaces de mantener un dividendo en un largo periodo.
La gestora Pioneer fundó este fondo en frebrero desde 1928. Su filosofía de inversión es la búsqueda de valor, primando las grandes cotizadas estadounidenses que pasen por un buen momento. Actualmente, sus posiciones mayoritarias son compañías de materias primas y consumo, aunque cuenta con una cartera muy diversificada.
Como esperar 82 años no es plato de buen gusto para nadie, su evolución se puede mirar también en términos de rentabilidad anualizada. Tampoco se le pueden sacar pegas porque presenta una media de 11,85% cada año, frente a la media del índice S&P 500 que es del 9,55%. En el último año acumula una rentabilidad del 15,7%, ligeramente superior al 15,08% del índice S&P 500 en el mismo periodo.
En sus 82 años de historia, tan solo ha tenido cuatro gestores, incluyendo al actual, John Carrey, que es vicepresidente ejecutivo de la firma y miembro de esta desde 1979. A finales de 2010 Pioneer Fund gestionaba unos 7.000 millones de dólares.
Otro punto a su favor es la distancia con su competidor más directo, American Funds Investment Company (AIVSX), que obtuvo una rentabilidad del 684.327% desde su arranque en 1934. Este tampoco lo ha hecho mal. El fondo ha batido en un 85% de los fondos de larga capitalización en los últimos 15 años. En cuanto a su estrategia de inversión, se centra en firmas que presentan dividendos saneados y en aquellas que son capaces de mantener un dividendo en un largo periodo.
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