martes, 28 de mayo de 2013
Por que Fracasan las Naciones
Por qué fracasan las naciones
LIBROEs el libro de economía más destacado este año. Elogiado por varios premios Nobel, explica por qué hay países muy ricos y otros muy pobres y dónde está la clave del éxito. Los autores incluyeron el caso de Colombia. ¿Cuál es la conclusión?
Los autores James Robinson y Daron Acemoglu argumentan que la política es el factor más determinante del desarrollo y el progreso de las naciones. De las instituciones políticas fuertes depende la capacidad de generar economías que crezcan y ofrezcan bienestar para todos.
Dos destacados economistas, Daron Acemoglu, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y James Robinson, profesor de Gobierno en la Universidad de Harvard, están sorprendiendo al mundo con su libro Why Nations Fail (Por qué fracasan las naciones).
Los comentarios en la prensa especiali
zada no podrían ser más elogiosos. "Este es un libro intelectualmente rico, que debe ser leído ampliamente", dijo el Financial Times. "Es una pieza espléndida de la erudición y una muestra de rigor económico", comentó The Wall Street Journal. "Este libro va a cambiar la forma de pensar acerca de la riqueza y la pobreza de las naciones", anotó Bloomberg Business, y como una "obra maestra" lo calificó The Washington Post.
Igual fascinación ha despertado entre varios premios Nobel de Economía, que lo han considerado un texto muy original. George Akerlof, que compartió el Premio Nobel de Economía en 2001, dijo que en los próximos dos siglos esta obra seguirá siendo de lectura obligada.
La verdad es que el origen del fracaso de los países y las diferencias en el desarrollo es un tema que de tiempo atrás ha inquietado a los economistas. Muchos han tratado de explicar por qué hay países más prósperos que otros, cuál es la receta para salir del subdesarrollo y la pobreza y cómo romper el nudo que impide que todos los ciudadanos de un mismo país disfruten de similares condiciones de bienestar.
Lo interesante de Acemoglu y Robinson es que, desde la órbita de la economía, la historia y la política, han esbozado nuevas tesis que rompen con muchos argumentos que se han usado en el pasado para dar respuesta a los anteriores interrogantes. Los autores desprecian las historias que señalan que las diferencias entre ricos y pobres surgen de factores culturales, geográficos, o de la ignorancia.
Robinson, que también es profesor de verano de la Universidad de los Andes, afirmó en diálogo con SEMANA que muchas veces la gente piensa que la geografía juega a favor o en contra del éxito. Que las montañas, que la lejanía de la costa o que el clima determinan la prosperidad. O que los factores culturales hacen que haya pueblos más avanzados que otros.
Nada más equivocado. Para refutar estos populares argumentos, los autores hacen un análisis histórico y se remontan a las épocas colonialistas. Con varios ejemplos, desde Sierra Leona y Egipto en África, pasando por Gran Bretaña, China, Colombia, Latinoamérica y Estados Unidos, concluyen que las instituciones y las reglas del juego que se deben mantener a lo largo de los años determinan que haya naciones más prósperas que otras.
La tesis principal del libro es que el futuro de las naciones depende de la forma como los pueblos organizan sus sociedades. Además muestra que, aunque las instituciones económicas son esenciales, las politicas son las más determinantes.
En este sentido, el libro concluye que las naciones fallan porque sus instituciones son débiles y "extractivas", es decir, son excluyentes: privilegian a unos grupos de la sociedad por encima de otros y concentran el poder en una élite que actúa para su propio beneficio.
Según los autores, estas estructuras no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta, se eduque, innove y acceda a nuevas tecnologías. La forma como se organiza el poder estaría siempre en la raíz del fracaso.
La importancia de las instituciones políticas radica en que de ellas depende la capacidad de los ciudadanos para controlar e influir y sacar provecho propio. Si son fuertes e incluyentes, impiden que haya personas que abusen del poder para amasar sus propias fortunas y llevar a cabo sus propias agendas en perjuicio del resto de la sociedad.
Hay ejemplos a montones que corroboran esta tesis. Por ejemplo, Acemoglu y Robinson se preguntan por qué Egipto es pobre, y encuentran la respuesta en que esta nación ha sido gobernada por una élite estrecha que ha organizado la sociedad para su propio beneficio, a expensas de la mayoría de la población.
Otro ejemplo que menciona el libro para ilustrar cómo actúan estas fuerzas de poder es el caso del magnate mexicano de las telecomunicaciones Carlos Slim y la forma como se convirtió en el hombre más rico del mundo. "Slim ha hecho su dinero en la economía mexicana, en gran parte, gracias a sus conexiones políticas. Cuando se ha aventurado en los Estados Unidos, no ha tenido éxito".
En contraste, Gran Bretaña y Estados Unidos se hicieron ricos porque sus ciudadanos derrotaron a las élites que controlaban el poder y crearon una sociedad en la que los derechos políticos fueron mucho más ampliamente distribuidos, donde el gobierno era responsable y sensible a los ciudadanos y donde la mayor parte de las personas podrían beneficiarse de las oportunidades económicas.
Un punto fundamental es la capacidad del Estado para regular y gobernar la sociedad e impedir que se concentre el poder y la riqueza en manos de pocos. Solo con instituciones políticas inclusivas, esto es, que protejan la propiedad privada, estimulen la innovación emprendedora y generen incentivos para todos por igual, se puede salir del subdesarrollo. Es decir, de cómo se organice la política dependerá cómo funciona la economía.
En síntesis, como dijo Dani Rodrik, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, después de leer el libro, Acemoglu y Robinson explican la razón de la desigualdad de los países con una frase sencilla pero contundente: "¡Es la política, estúpido!".
Reflexiones para Colombia
Los autores le dan una mirada a Colombia y plantean también importantes reflexiones. Aunque señalan que en muchos aspectos las instituciones económicas y políticas se han vuelto más inclusivas a través del tiempo, todavía persisten elementos de lo que denominan instituciones extractivas.
Según Robinson, la debilidad del Estado central colombiano es un grave problema, pues le impide controlar todo el territorio y, como consecuencia, en una parte del país la ley está ausente. No es de extrañar entonces, dice, que hayan florecido organizaciones como los narcotraficantes, el paramilitarismo y la guerrilla.
Por ejemplo, la ausencia de control explica el poder de los paramilitares en muchas zonas y su relación simbiótica con los políticos y la influencia que pueden tener cuando hay elecciones.
Robinson dice que tener el rótulo de ser una de las democracias más antiguas no ha servido para garantizar igualdad para todos. Hace énfasis en que, aunque el Estado es capaz de proporcionar servicios y seguridad en las grandes zonas urbanas, hay sectores donde los vacíos son notorios. "En algunas partes del país, las instituciones económicas funcionan bastante bien y hay altos niveles de capital humano y habilidad empresarial, pero, en otras, las instituciones muestran un grado mínimo de autoridad estatal".
El hecho de que el país se mantenga como una de las naciones más desiguales de América Latina es muestra de que no ha logrado tener instituciones económicas y políticas fuertes para adelantar los cambios necesarios. Hay varios ejemplos que cita el economista: no se ha logrado tener un régimen tributario más equitativo y justo. Otra muestra de debilidad nacional es que ningún gobierno ha logrado mejorar la infraestructura del país, que colapsa con cada invierno. Por otro lado, preocupa que Colombia parece estar más interesada en estimular la explotación minero-energética que en invertir en educación, tecnología e innovación.
Si bien los autores llegan a la conclusión de que Colombia no es un Estado fracasado ni está a punto de colapsar, sugieren que lograr un crecimiento económico sostenido es muy poco probable. Suena bastante pesimista, pero, como dice Robinson, es posible cambiar, aunque no sea fácil. El libro podría ser una buena guía para corregir el rumbo.
Los comentarios en la prensa especiali
Igual fascinación ha despertado entre varios premios Nobel de Economía, que lo han considerado un texto muy original. George Akerlof, que compartió el Premio Nobel de Economía en 2001, dijo que en los próximos dos siglos esta obra seguirá siendo de lectura obligada.
La verdad es que el origen del fracaso de los países y las diferencias en el desarrollo es un tema que de tiempo atrás ha inquietado a los economistas. Muchos han tratado de explicar por qué hay países más prósperos que otros, cuál es la receta para salir del subdesarrollo y la pobreza y cómo romper el nudo que impide que todos los ciudadanos de un mismo país disfruten de similares condiciones de bienestar.
Lo interesante de Acemoglu y Robinson es que, desde la órbita de la economía, la historia y la política, han esbozado nuevas tesis que rompen con muchos argumentos que se han usado en el pasado para dar respuesta a los anteriores interrogantes. Los autores desprecian las historias que señalan que las diferencias entre ricos y pobres surgen de factores culturales, geográficos, o de la ignorancia.
Robinson, que también es profesor de verano de la Universidad de los Andes, afirmó en diálogo con SEMANA que muchas veces la gente piensa que la geografía juega a favor o en contra del éxito. Que las montañas, que la lejanía de la costa o que el clima determinan la prosperidad. O que los factores culturales hacen que haya pueblos más avanzados que otros.
Nada más equivocado. Para refutar estos populares argumentos, los autores hacen un análisis histórico y se remontan a las épocas colonialistas. Con varios ejemplos, desde Sierra Leona y Egipto en África, pasando por Gran Bretaña, China, Colombia, Latinoamérica y Estados Unidos, concluyen que las instituciones y las reglas del juego que se deben mantener a lo largo de los años determinan que haya naciones más prósperas que otras.
La tesis principal del libro es que el futuro de las naciones depende de la forma como los pueblos organizan sus sociedades. Además muestra que, aunque las instituciones económicas son esenciales, las politicas son las más determinantes.
En este sentido, el libro concluye que las naciones fallan porque sus instituciones son débiles y "extractivas", es decir, son excluyentes: privilegian a unos grupos de la sociedad por encima de otros y concentran el poder en una élite que actúa para su propio beneficio.
Según los autores, estas estructuras no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta, se eduque, innove y acceda a nuevas tecnologías. La forma como se organiza el poder estaría siempre en la raíz del fracaso.
La importancia de las instituciones políticas radica en que de ellas depende la capacidad de los ciudadanos para controlar e influir y sacar provecho propio. Si son fuertes e incluyentes, impiden que haya personas que abusen del poder para amasar sus propias fortunas y llevar a cabo sus propias agendas en perjuicio del resto de la sociedad.
Hay ejemplos a montones que corroboran esta tesis. Por ejemplo, Acemoglu y Robinson se preguntan por qué Egipto es pobre, y encuentran la respuesta en que esta nación ha sido gobernada por una élite estrecha que ha organizado la sociedad para su propio beneficio, a expensas de la mayoría de la población.
Otro ejemplo que menciona el libro para ilustrar cómo actúan estas fuerzas de poder es el caso del magnate mexicano de las telecomunicaciones Carlos Slim y la forma como se convirtió en el hombre más rico del mundo. "Slim ha hecho su dinero en la economía mexicana, en gran parte, gracias a sus conexiones políticas. Cuando se ha aventurado en los Estados Unidos, no ha tenido éxito".
En contraste, Gran Bretaña y Estados Unidos se hicieron ricos porque sus ciudadanos derrotaron a las élites que controlaban el poder y crearon una sociedad en la que los derechos políticos fueron mucho más ampliamente distribuidos, donde el gobierno era responsable y sensible a los ciudadanos y donde la mayor parte de las personas podrían beneficiarse de las oportunidades económicas.
Un punto fundamental es la capacidad del Estado para regular y gobernar la sociedad e impedir que se concentre el poder y la riqueza en manos de pocos. Solo con instituciones políticas inclusivas, esto es, que protejan la propiedad privada, estimulen la innovación emprendedora y generen incentivos para todos por igual, se puede salir del subdesarrollo. Es decir, de cómo se organice la política dependerá cómo funciona la economía.
En síntesis, como dijo Dani Rodrik, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, después de leer el libro, Acemoglu y Robinson explican la razón de la desigualdad de los países con una frase sencilla pero contundente: "¡Es la política, estúpido!".
Reflexiones para Colombia
Los autores le dan una mirada a Colombia y plantean también importantes reflexiones. Aunque señalan que en muchos aspectos las instituciones económicas y políticas se han vuelto más inclusivas a través del tiempo, todavía persisten elementos de lo que denominan instituciones extractivas.
Según Robinson, la debilidad del Estado central colombiano es un grave problema, pues le impide controlar todo el territorio y, como consecuencia, en una parte del país la ley está ausente. No es de extrañar entonces, dice, que hayan florecido organizaciones como los narcotraficantes, el paramilitarismo y la guerrilla.
Por ejemplo, la ausencia de control explica el poder de los paramilitares en muchas zonas y su relación simbiótica con los políticos y la influencia que pueden tener cuando hay elecciones.
Robinson dice que tener el rótulo de ser una de las democracias más antiguas no ha servido para garantizar igualdad para todos. Hace énfasis en que, aunque el Estado es capaz de proporcionar servicios y seguridad en las grandes zonas urbanas, hay sectores donde los vacíos son notorios. "En algunas partes del país, las instituciones económicas funcionan bastante bien y hay altos niveles de capital humano y habilidad empresarial, pero, en otras, las instituciones muestran un grado mínimo de autoridad estatal".
El hecho de que el país se mantenga como una de las naciones más desiguales de América Latina es muestra de que no ha logrado tener instituciones económicas y políticas fuertes para adelantar los cambios necesarios. Hay varios ejemplos que cita el economista: no se ha logrado tener un régimen tributario más equitativo y justo. Otra muestra de debilidad nacional es que ningún gobierno ha logrado mejorar la infraestructura del país, que colapsa con cada invierno. Por otro lado, preocupa que Colombia parece estar más interesada en estimular la explotación minero-energética que en invertir en educación, tecnología e innovación.
Si bien los autores llegan a la conclusión de que Colombia no es un Estado fracasado ni está a punto de colapsar, sugieren que lograr un crecimiento económico sostenido es muy poco probable. Suena bastante pesimista, pero, como dice Robinson, es posible cambiar, aunque no sea fácil. El libro podría ser una buena guía para corregir el rumbo.
Por que Fracasan Las Naciones: Las Élites Extractivas
¿Por qué algunas naciones son más prósperas que otras? Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora) tienen la misma población, cultura y situación geográfica. ¿Por qué una es rica y la otra, pobre? ¿Por qué los egipcios llenaron la plaza de Tahrir para derrocar a Hosni Mubarak? Por qué fracasan los países se propone responder a estas preguntas, con una nueva teoría convincente y documentada: no es por el clima, la geografía o la cultura, sino por las instituciones de cada país. A través de una gran cantidad de ejemplos históricos y actuales (desde la antigua Roma pasando por los Tudor y llegando a la China moderna) los profesores Daron Acemogluy y James A. Robinson demuestran que para invertir y prosperar, la gente necesita saber que si trabajan duro, se puede ganar dinero y, sobre todo, conservarlo. Ahí es donde entran en juego unas instituciones sanas y en las que poder confiar. Además los autores mezclan en este libro economía, política, historia y temas de actualidad para ofrecer una forma nueva, poderosa y persuasiva de entender todos los porqués de la riqueza y la pobreza.
jueves, 9 de mayo de 2013
STEVE INGHAM | PRESIDENTE DE MICHAEL PAGE INTERNATIONAL | CARRERAS & CAPITAL HUMANO
STEVE INGHAM | PRESIDENTE DE MICHAEL PAGE INTERNATIONAL | CARRERAS & CAPITAL HUMANO
"20 años en la empresa no te aseguran nada"
BERNAT GARCÍA 19 JUL 2009
Michael Page era un contable del Reino Unido de los años setenta. Trabajaba con muchas empresas de contratación hasta que acabó desquiciado con ellas. Tanto, que fundó una. Casi 40 años después, la firma Michael Page International se ha convertido en uno de los mayoreshead hunters [cazatalentos] del mundo, especializada en personal altamente cualificado.
Steve Ingham, su presidente, empezó también allí de intermediario y comparte con su maestro que muchas de estas firmas sólo piensan en sacar tajada de las operaciones. "Empecé en el grupo hace 22 años como consultor. La gente que entonces coloqué se ha convertido ahora en mis clientes; directivos, presidentes y consejeros. Si me hubiera guiado por las comisiones, estas personas ya no me hablarían y mi negocio no existiría".
Ingham parece un hombre afable y enérgicamente sonriente. En su visita a las oficinas del grupo en Madrid le sigue un séquito de cargos regionales que hacen entrever que este británico, además de agradar, manda. Su charla descubre la ambición empresarial, por un lado, y la nostalgia de la tradición, por otro. "Nuestra empresa crece orgánicamente, sin adquisiciones ni grandes inversiones. No nos endeudamos. Lo que ganamos, lo metemos en el banco", explica. Y los que ahora son altos directivos del grupo empezaron desde abajo, como él.
Ahora triunfan con un nuevo perfil bastante polémico. Michael Page ofrece directores de recursos humanos o de marketing para un proyecto temporal, de unos seis meses, los interim managers. Es polémico porque muchos de los contratados tienen una función básica: reestructurar la empresa y despedir a los que haga falta.
Ellos sólo se ajustan a las necesidades del demandante, no las crean. De todas formas, hoy día, "para tener el puesto asegurado en la empresa hay que ser bueno. Ya no vale, como antes, haber trabajado durante 10 o 20 años", responde. Y es una opción cada vez más apetecible para los directivos: Trabajar la mitad del año y sacar un buen sueldo.
Para Ingham, la crisis no ha variado excesivamente el perfil requerido: "No es que ahora las empresas prefieran directivos más agresivos o más prudentes, simplemente los quieren mejores". Cuenta que en los años noventa, las empresas tenían mucha más "grasa": más empleados, pero menos cualificados. Hubo una gran ola de despidos y ahora los empresarios buscan menos gente, pero más cualificada.
Y la mujer del César no sólo debe serlo, sino también parecerlo. "Muchos de los directivos no preparan su entrevista de trabajo. Y es lo más decisivo". Para Ingham, es habitual que altos cargos que llevan 20 años sin solicitar un empleo no sepan cómo hacerlo. "Es importante saber qué te van a preguntar. Muchos llegan y les preguntan cuáles son sus fuertes. El entrevistado se queda en blanco", cuenta.
Además, hay que ser positivo. Si le preguntan por qué ya no está en la empresa, no vale soltar un simple "me han despedido". Debemos responder que el grupo quería invertir en otros sectores o que llevó a cabo una reestructuración. Y que, de todas formas, estamos deseosos de probar en otros sectores.
El mayor daño que está sufriendo Michael Page en la crisis es que la gente no busca trabajo. "Empresas como la nuestra viven del movimiento de puestos, gente que quiera cambiar de empleo. Si no lo hacen, no ganamos", revela Ingham. Éste es su mejor medidor para dilucidar el fin de la crisis, cuando se le pregunta. Ahora los empleados no quieren perder su puesto. "Cuando el empleado empiece a asquearse, a decir, 'odio a mi jefe' o 'mi trabajo y quiero cambiar de trabajo', entonces significará que la economía se está recuperando.
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