sábado, 12 de noviembre de 2011

La Crisis de 1929 y la Guerra Civil de España

Los números rojos protagonizan la jornada bursátil. Todos los índices están en caída libre. Ni un solo valor se salva de la debacle. El pánico se apodera de los accionistas que ven como se pierden en unos minutos todo lo invertido. El miedo provoca que el dinero no fluya e intensifica los descensos. El principal indicador de Wall Street, el Dow Jones, se derrumba un 12%.

Es una escena familiar a la vivida en estos días, pero se trata del crack del 29 que se inició un 24 de octubre, el denominado «jueves negro». Fue el comienzo de la peor crisis económica de la historia. Los problemas continuaron en los meses siguientes hasta el punto de que la Bolsa no tocó fondo hasta julio de 1932 y que el parqué de Nueva York no recuperó los niveles anteriores a la crisis hasta 1954. Se destruyeron millones de puestos de trabajo, el paro en EE UU alcanzó el 25%, (hoy en los peores momentos ha rozado el 10%) y unos 2.000 bancos quebraron.

Aunque hace 80 años el mundo estaba mucho menos globalizado que ahora los efectos se dejaron notar en el resto del planeta. En España se reprodujeron problemas parecidos a los de la actualidad: altísimo nivel de paro, endeudamiento familiar, cierre de empresas y elevado déficit del Estado. Todo ello agravado con la falta de una cobertura social que protegiese a los desempleados y una inestabilidad política que vio en una década como se pasaba de una dictadura, a la República y la posterior guerra civil.

España en 1929 era un país agrario con un pobre nivel de industrialización. Había vivido un auge económico durante la década de los «felices veinte», como el resto de sus vecinos, pero el tejido empresarial era demasiado pobre. El primer efecto de la crisis fue la depreciación de la peseta. Pasó de un cambio de 5,85 por dólar en 1928 a 7, 25 en diciembre de 1929. En 1932, el año más dramático, cotizaba a 12,42 respecto al billete verde. Y es que la crisis tardó varios años en tocar fondo.

Fin al superávit
Las inversiones extranjeras que habían crecido considerablemente y dado retiraron los fondos y dejaron a miles de personas sin trabajo. El Gobierno republicano trató de frenar el alto paro a través de leyes que estimulaban la obra pública y que modernizara al país, como había hecho EE.UU. con el «New Deal». Sin embargo, la caída de las exportaciones y las costosas importaciones provocaron un aumento del déficit que asfixió las arcas del Estado. Del superávit de 30 millones en 1930, las cuentas públicas acumularon una deuda de 595 millones de la época en 1935.

El desempleo aumentó en todos los sectores, pero los más castigados fueron la agricultura y la construcción. Pero el drama era mayor que en la actualidad, ya que los parados no contaban con ningún tipo de subsidio. Las colas a las puertas de organizaciones benéficas o la Iglesia para conseguir algo de comida se multiplicaron. El Gobierno aprobó medidas tan drásticas como la ley de Términos Municipales que prohibía la contratación de trabajadores de otros pueblos mientras hubiese desempleados en el propio municipio. La desolación recorría el país.

A partir de 1935 la situación mejoró levemente, pero la guerra civil truncó las esperanzas de recuperación y junto a la terrible posguerra dejó a España sumida en la más absoluta pobreza.

martes, 25 de octubre de 2011

¿Qué pasó el 24 de octubre de 1929?

¿Qué pasó el 24 de octubre de 1929?, de Pablo Martín-Aceña en El País
La Gran Depresión fue tan dura y agria porque faltó liderazgo y cooperación internacional. Es inquietante observar que lo que está ocurriendo con esta crisis cada vez se parece más a lo de los años treinta.

Cuando a las diez de la mañana del jueves 24 de octubre de 1929 sonó la campana que abrió la sesión en Wall Street, había más de un millar de miembros del New York Stock Exchange en la sala de negociaciones, por encima de los 750 habituales. El refuerzo obedecía a la cantidad de órdenes de venta cursadas durante la noche anterior. El número de operadores de telégrafo también había sido reforzado en previsión de una sesión que se esperaba movida. En el Curb Exchange -hoy denominado American Stock Exchange- se puso a la venta un enorme paquete de acciones de la conocida firma Cities Service Co. y su cotización comenzó a caer de inmediato. Fue la señal que desató una furia vendedora de manera que en pocos minutos se cursaron órdenes de venta por un millón de títulos. Las cotizaciones se desplomaron, a las once de la mañana el pánico se había apoderado del parqué y el frenesí vendedor parecía imparable. Cuando las noticias de lo que ocurría en el interior de la Bolsa se conocieron fuera de sus muros, una multitud, entre curiosa y preocupada, se congregó en la célebre intersección de Wall Street con Broad Street. La policía de Nueva York tuvo que tomar posiciones para evitar posibles disturbios.

Para el mediodía se convocó una reunión urgente en las oficinas de JP Morgan a la que acudieron los principales banqueros de Nueva York. Se trataba de formar un pool con la finalidad de frenar la caída del precio de las acciones. La reunión tuvo un efecto sedante, pues por la tarde se desaceleró la caída de la Bolsa. Al terminar la jornada, Thomas Lamont, socio de Morgan, se dirigió a los periodistas para dar cuenta de la reunión y calmar los ánimos. Sus declaraciones fueron desconcertantes: los banqueros, dijo, atribuían la caída a cuestiones estrictamente técnicas, no a un deterioro de la economía.

En Washington, los miembros del Consejo de la Reserva Federal estuvieron todo el día pendientes de lo que pasaba en Wall Street. Se reunieron en dos ocasiones. Estuvieron presididos por Andrew Mellon, el secretario del Tesoro, con la atención centrada en Nueva York, pero pudieron comprobar que acontecimientos similares se registraban en las Bolsas de Chicago, Boston, Filadelfia, San Francisco y Los Ángeles.

En las jornadas del viernes 25 y del sábado 26 se repitió el ambiente vendedor y la semana siguiente empezó con mal pie. El lunes 28 fue un día terrible: los temores del jueves 24 se reprodujeron y durante la sesión salieron a la venta nueve millones de títulos. Los banqueros decidieron reunirse de nuevo: reconocieron que las fuerzas del mercado estaban más allá de su control; tomaron conciencia de que no podían frenar el descenso sino, todo lo más, impedir un desorden vendedor. A pesar de las declaraciones del presidente Herbert Hoover afirmando que “los fundamentos de la economía, es decir, la producción y la distribución, son sólidos y la prosperidad continuará”, lo cierto es que el sentimiento general de compradores y vendedores era que el boom bursátil había terminado.

El martes 29 fue el día más devastador de los 112 años de la historia de la Bolsa de Nueva York. Las ventas comenzaron nada más abrir el mercado. Se produjo una avalancha de órdenes: bloques enteros de acciones se pusieron a la venta; nadie se libró de la caída de los precios; las acciones industriales descendieron un 30% de media; los títulos de los bancos y de los investment trust cayeron por encima del 40%. El Dow Jones se desplomó 50 puntos, de manera que al finalizar el día las ganancias de los 12 meses anteriores se habían esfumado. Se repitieron las reuniones de los banqueros; superados por los acontecimientos, no pudieron llegar a ningún acuerdo y dieron por finiquitados sus anteriores intentos de coordinar acciones para sostener las cotizaciones. Algunos pidieron el cierre de la Bolsa, pero la mayoría no secundó la propuesta. Los miembros del Consejo de la Reserva Federal se citaron al mismo tiempo que abría la Bolsa y no se separaron hasta que cerró. Debatieron la posibilidad de tomar alguna medida para calmar el mercado. Estaban tan desconcertados como Wall Street y tampoco tenían claro si intervenir en el mercado bursátil era una de sus responsabilidades. Culparon a la especulación y pensaron, como Mellon, que la purga liquidacionista no vendría mal.

El miércoles 30 y el jueves 31 continuó la tónica de días anteriores, aunque el ansia vendedora remitió. Para alivio de los operadores, el viernes y el sábado el mercado estuvo cerrado. Cuando la Bolsa reabrió sus puertas en noviembre las ventas masivas se reanudaron. Las sesiones del 11, 12 y 13 fueron particularmente nefastas. El descenso continuó el resto de ese mes y del siguiente. Para entonces era obvio que Wall Street había perdido la confianza y tardaría en recuperarse. Y así fue: la Bolsa siguió su marcha descendente hasta 1932, llegando a perder el 80% de su valor.

Los efectos del crac sobre las expectativas de los inversores fueron devastadores. También lo fue para el valor contable de empresas: su capitalización cayó al tiempo que caía el valor de sus títulos en el Bolsa; y todos aquellos que habían invertido su patrimonio observaron cómo el valor de sus carteras se evaporaba en pocos días. Los que habían tomado prestado para la compra de títulos comprobaron que no podían devolver sus créditos y muchos brokers quebraron al tiempo que sus clientes se arruinaban. En Europa y en otras partes del mundo lo acaecido en Nueva York no pasó inadvertido; el descenso americano se transmitió como la pólvora a todos los mercados bursátiles. En Berlín, donde la caída había comenzado casi dos años antes, el colapso de Wall Street acentuó su descenso e hizo imposible una recuperación; Londres y París siguieron la senda descendente marcada por Nueva York.

El crac de octubre de 1929 generó una atmósfera de temor y un ambiente de incertidumbre sobre el futuro inmediato de la economía; los consumidores, temiendo un descenso de su renta futura, revisaron a la baja sus expectativas y aplazaron o suspendieron sus compras de bienes de consumo duradero; los productores, ante el empeoramiento de las condiciones de los mercados y desorientados sobre cuál podría ser la evolución de los negocios, se replantearon sus planes de inversión en equipos y nuevas plantas, posponiendo adquisiciones hasta que se despejasen las incógnitas abiertas por la catástrofe de Wall Street. Familias y empresas comprobaron que el crac afectaba al funcionamiento normal del sistema financiero y que se había interrumpido el flujo de crédito bancario.

Tras el crac bursátil de 1929 sobrevino una crisis financiera de consecuencias devastadoras. La crisis explotó en mayo de 1931 con la quiebra del gigante austriaco Creditanstalt. La desconfianza se extendió de Viena a Berlín, donde en pocas semanas se produjo una masiva retirada de depósitos. La paralización del sistema bancario germano se contagió al resto de Europa, con quiebras y suspensiones de pago en Italia, Hungría, Checoslovaquia y otros países del Este continental. Las entidades que no cerraron fueron intervenidas. La economía mundial cayó en picado y una década después la producción y el empleo todavía no habían recuperado el nivel de 1929.

Las causas de la Gran Depresión continúan siendo un enigma y, pese a los avances en la investigación, el debate sigue abierto. Donde sí parece existir mayor acuerdo es en su significado histórico. Lo anticipó Maynard Keynes, quien en 1931 escribió que el mundo estaba en medio de una gran catástrofe económica, una que quizá acabase con el capitalismo y con la sociedad liberal; una crisis que en el futuro sería considerada como un punto de no retorno. El genial economista de Cambridge acertó: después de 1929 el mundo ya no fue igual. La Gran Depresión, con sus secuelas en forma de paro y deflación, dejó una huella imborrable. Su recuerdo está asociado a la consolidación del fascismo, al ascenso del nazismo y a la II Guerra Mundial. La Gran Depresión modificó de manera radical las reglas y las instituciones que habían gobernado el mundo económico hasta entonces. Con la Gran Depresión murió el capitalismo liberal, fue el fin del laissez-faire; laissez-passer.

En una reciente conferencia en Madrid, Robert Skidelsky, biógrafo de Keynes, recordó que la Gran Depresión fue tan dura y agria porque faltó liderazgo y cooperación internacional. Ahora estamos ante la primera gran crisis económica del siglo XXI que cada vez se va pareciendo más a la de los años treinta. Aún no sabemos del todo la intensidad, duración y coste de la crisis, pero por la senda que vamos puede ser peor que lo ocurrido hace más de 80 años. No soy de los que piensan que los responsables únicos son los políticos, los banqueros, los empresarios o los sindicalistas. En las sociedades democráticas todos somos responsables de todo. Y ahora, como entonces, vuelven a escasear las ideas, el coraje, el liderazgo y la cooperación. Lo único que nos puede salvar de la hecatombe.

Pablo Martín-Aceña es catedrático de Historia Económica de la Universidad de Alcalá (UAH).

jueves, 6 de octubre de 2011

Erik Maskin: España muy complicado

Eric Maskin
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El Premio Nobel de Economía 2007, el estadounidense Eric Maskin, fue ayer el protagonista de la primera jornada de Salamanca Social Science Festival (S3F), en la que uno de los ejes principales de debate fue la situación económica de la Unión Europea en general y de España en particular. Maskin fue crítico con las políticas que está desarrollando el gobierno socialista para combatir la crisis económica.

En opinión del Nobel, con las medidas actuales «no hay mucho espacio para el optimismo en España, y aunque el Gobierno podría tomar cartas en el asunto, parece que no se está moviendo en esta dirección». Así expresó su negativa a las políticas de recortes presupuestarios impuestas por la Unión Europea y presentes en nuestro país, ya que considera que con estas medidas de reducción del gasto no se reactiva la economía.

Para Maskin «recortar va en contra de la recuperación económica», ya que se trata de medidas que «resultan contraproducentes a la larga».

El profesor estadounidense matizó que hay que contener el gasto «superfluo», pero no así las inversiones en gasto público. Según la explicación dada a los presentes, cuando se reduce el gasto del estado los índices de producción caen y con ello aumenta el paro y bajan también las recaudaciones en impuestos.

Respecto a la deuda española y a las derivaciones que ésta puede generar en un futuro a corto y medio plazo, el Nobel de Economía 2007 consideró que este factor «no tiene porqué ser un problema, ni una hipoteca, siempre que haya crecimiento, que haya regulaciones y gobiernos responsables que no se centren demasiado en la deuda y si en la recuperación del empleo».

sábado, 27 de agosto de 2011

Carlos de Marichal: La crisis del 2007

Carlos Marichal: “Hay un movimiento perverso de los bancos”

23 Junio 2010 | Categorías: Entitats financeres | 551 lecturas |

Natalia Aruguete – Página/12

“A diferencia de lo sucedido en los años ’90, cuando se multiplicaron las crisis en los mercados emergentes, la debacle actual impacta en el corazón financiero mundial. Los países en desarrollo muestran una recuperación sustancial y más rápida que los Estados Unidos y Europa”, señala Carlos Marichal, historiador especializado en economía. Autor del reciente libro Nueva historia de las grandes crisis financieras, Marichal es un reconocido investigador mexicano, doctor por la Universidad de Harvard y profesor visitante en las universidades de Stanford, Carlos III, Complutense de Madrid y Autónoma de Barcelona. En su paso por Buenos Aires, concedió una entrevista a Cash.

¿Por qué los actores clave de esta crisis no la anticiparon?

–Paul Krugman, cuando escribió El retorno de la economía de la depresión en 1999, anticipó este colapso financiero. En ese momento no fue un éxito porque todos estaban obsesionados con el auge de Wall Street, el mayor de toda la historia. Ocho años más tarde, con el Premio Nobel debajo del brazo y en medio de la crisis, volvió a lanzar el libro con mucho éxito.

Pero el análisis hacía foco en los países periféricos.

–Cierto, la previsión era que las crisis vendrían de la periferia. No pudieron prever las fuertes debilidades de los mercados financieros más importantes del mundo: Nueva York y Londres.

¿La crisis “punto com” de 2001 no fue un aviso de la debacle de 2008?

–Esa crisis generó un gran temor. Al caer todas las cotizaciones de las empresas tecnológicas, la Reserva Federal redujo inmediatamente la tasa de interés de casi 6 por ciento a más o menos el uno por ciento. La más baja de la historia. Esto permitió que la Bolsa rebotara a pesar de haber sufrido la peor caída desde el año ’29. Además, había un auge del mercado inmobiliario, que no sufrió caídas con la crisis “punto com” sino que siguió un camino ascendente. En ese momento, los países en desarrollo, que habían sufrido graves crisis, estaban en proceso de recuperación mientras los países del centro experimentaban un auge enorme.

¿En qué medida la crisis de 2001 influyó en el desenlace de 2008?

–Entre 2002 y 2006 se formaron dos burbujas enormes en forma simultánea, una inmobiliaria y otra bursátil, en los Estados Unidos, Inglaterra y España. Según las series históricas, las burbujas bursátiles que hubo entre 1990 y 2001 y entre 2003 y 2006 no tienen precedentes. El mercado de capitales en Nueva York creció de manera extraordinaria en ese período. En 1990, el total de operaciones de ese país superaba los tres billones de dólares. Tokio tenía una cifra cercana. Francia, Alemania, poco menos. En 2005, Tokio seguía en 3 billones mientras que Nueva York estaba en 14,5 billones. El mercado de capitales de Estados Unidos era y es no sólo el más grande del mundo, sino el más grande de todos los otros mercados juntos. A eso no le prestaron mucha atención.

¿Por qué?

–Porque en la época moderna, los bancos centrales no prestan demasiada atención, en cuanto a su capacidad de acción, a los valores bursátiles o inmobiliarios. No es propiamente su campo de regulación. Tienen como mandato, norma y regla el vigilar a los bancos, vigilar la situación monetaria y utilizar el índice de precios como indicador de la inflación. Lo que procuran es mantener estabilidad de precios y aventar un crecimiento económico más o menos estable y sostenido. Alan Greenspan sostenía que desde la Reserva Federal no podía influir de manera importante sobre la Bolsa. Muchos autores dicen que, en realidad, Greenspan tendía a que el mercado se recuperase y volviera a su auge.

¿Cree que fueron adecuados los rescates implementados por los gobiernos y los bancos centrales?

–Si no se hubieran hecho esos rescates, el sistema financiero se habría hundido, no ya a nivel nacional sino mundial. Los historiadores económicos que comparan la crisis de 1929 con la de 2008 demuestran que, en la primera etapa, esta última fue peor en la caída de los valores bursátiles, del comercio internacional e, incluso, de la producción industrial. Cuando quebró Lehman Brothers, el 15 de febrero de 2008, se tenía la sensación –y lo confesaron el presidente del banco de la Reserva Federal de Nueva York, Tim Geithner, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke– de un desplome total del sistema financiero. Al mismo tiempo debe enfatizarse que en ningún país en desarrollo hubo crisis bancarias.

Sin embargo, los países en desarrollo sufrieron las consecuencias de esta crisis.

–En esos países, inicialmente la crisis tuvo un impacto en la baja de los precios en la Bolsa y sobre su comercio. Sin embargo, la recuperación en ambas esferas fue sustancial y mucho más rápida que en los Estados Unidos y Europa. Pero depende de qué grupos de países elegimos.

¿Por ejemplo?

–En China, la recuperación fue notoria, similar a la de India. Sudamérica logró una recuperación rápida. Al punto de que, en algunos casos, es difícil hablar de una gran recesión. Las tasas de desempleo inicialmente aumentaron, pero luego se redujeron y hoy en la Argentina o Brasil se está logrando un aumento sustancial del empleo.

¿Dónde se ubica Grecia en este contexto?

–Al comienzo, los países del Mediterráneo sufrieron menos la crisis, en parte, por el escudo del euro. Si no hubieran tenido el euro como moneda, habrían sufrido ataques especulativos muy fuertes en 2008. En épocas de crisis, las firmas financieras atacan las monedas que consideran más débiles.

¿Entonces cómo se explica la crisis en Grecia o España?

–Hay ataques especulativos en contra de la deuda de estos países. Hay un movimiento natural, aunque también perverso, de los bancos y las empresas financieras. Muchos de ellos son bancos de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, que fueron rescatados y operan muy activamente en los mercados monetarios, y que apostaron a la baja del euro, considerando que iban a ganar dinero con eso. Es un mecanismo perverso porque especulan contra una de las monedas de reserva fundamental a nivel internacional, sin que haya motivos del todo razonables para ello. Sin duda el euro estaba sobrevaluado y las deudas públicas en Grecia, España, Italia y Portugal son importantes. Pero la deuda de España es mucho menor, en términos relativos, que la de Inglaterra o, incluso, que la de Alemania.

¿Qué época se abre en el escenario financiero?

–Las grandes crisis marcan cambios en la arquitectura financiera internacional. La primera gran crisis mundial de 1873 impulsó el establecimiento del patrón oro, esto tuvo efectos positivos. Después de la crisis de 1929 se abandonó el patrón oro, hubo una mayor rivalidad entre naciones y menor cooperación económica y monetaria internacional. Eso llevó a la inestabilidad de los años ’30, acentuada por las rivalidades militares. Al final de la Segunda Guerra Mundial se estableció el sistema de Bretton Woods.

¿La Segunda Guerra Mundial es comparable con crisis financieras como la de 1873 o la de 1929?

–La Segunda Guerra Mundial tuvo las mismas consecuencias o peores que las de una crisis financiera. Los países vencedores decidieron establecer un nuevo sistema que pudiera garantizar estabilidad. Y se logró establecer una serie de acuerdos, bajo el diseño Bretton Woods, que permitieron un crecimiento sostenido y pocas crisis.

¿Por qué hubo pocas crisis en los treinta años que siguieron a la Segunda Guerra?

–Había regulaciones muy fuertes. A nivel de la economía internacional, los movimientos de capitales estaban bastante regulados y había control por parte del gobierno y la banca central, que estaban más sincronizadas en el manejo de las tasas de interés. En el ’71 se empezaron a liberalizar los movimientos de capitales. Se llegó a un endeudamiento muy fuerte en los países latinoamericanos. En los ’80 el proceso se desbocó.

¿Por qué?

–Por el Big-Bang en Londres, que implicó liberalizar el mercado de manera muy notable, pero también de la aplicación de tecnología nueva. La electrónica influyó en la globalización: permitió realizar más operaciones, en mayor escala, en menos tiempo y 24 horas al día. Desde mediados de los ’90 se crearon instrumentos de inversión de alto riesgo. Fue uno de los factores que generaron las condiciones de la crisis actual. Hoy se está repensando la regulación de los mercados financieros.

¿En qué niveles?

–Hay discusiones en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos para regular la banca y a fin de mes debe aprobarse la ley. Será una ley reformista, que impondrá límites hasta cierto punto; por ahora no sabemos cuál será su alcance. En Alemania y Hungría hay una norma sobre las ganancias de los bancos. Al mismo tiempo, en los bancos centrales se está discutiendo el grado de regulación que se aplicará en cada país.

Dada la dimensión que alcanzó la especulación financiera, ¿es posible aplicar una regulación efectiva en este sector?

–Los que más crecieron son los bancos globales. Los fondos de inversión y la banca privada se vieron muy debilitados por la crisis. En Estados Unidos se está dando un proceso de consolidación de la banca. Esas entidades son más grandes y seguirán creciendo. Son bancos globales que operan en muchos mercados y se oponen a una legislación que los regule. Y, en este contexto, es muy difícil poner en marcha una legislación internacional. Mucho depende del grado de coordinación que haya entre las naciones. Esta nueva regulación la tienen que establecer básicamente los bancos centrales. Actualmente, hay una tensión entre los bancos centrales y los grandes bancos comerciales.

Diferentes países de Sudamérica participan de un debate conjunto sobre una nueva arquitectura financiera regional.

–La economía mexicana está más vinculada con la norteamericana. Es problemática su incorporación dentro de la reforma del sistema monetario en Sudamérica. Creo que la propuesta más interesante es la de coordinación monetaria, en la que los bancos centrales participen de manera más activa en mantener y permitir el establecimiento de un instrumento basado en una canasta de monedas.

¿Cuáles serían los beneficios de tal coordinación?

–Se reduciría el grado de volatilidad monetaria, se aseguraría una cooperación para que cada país ayude al otro en situaciones de crisis y permitiría poco a poco establecer un cierto balance entre las monedas. También Asia se propuso un mayor grado de cooperación monetaria regional

Nueva Historia de las Grandes Crisis Financieras: Carlos Marichal

Bienvenido al sitio web del libro Nueva Historia de las Grandes Crisis Financieras. Una perspectiva global, 1873-2008, escrito por Carlos Marichal, publicado por la editorial DEBATE en Argentina, España y México en 2010.

Este sitio web incluye un índice y un resumen del texto, diversos recursos como gráficos, diagramas, cuadros y líneas del tiempo, una bibliografía ampliada con numerosas referencias y un glosario.

Asimismo el sitio web recopila la difusión en medios que recibe el libro, información sobre el autor, un blog y un formulario de contacto.

Sin embargo, el sitio no contiene el texto del libro.Para comprar el libro, puede dar clic aquí.





Sobre el libro...




Entre el quince de septiembre y fines de octubre de 2008, las bolsas y los sistemas bancarios e hipotecarios de los Estados Unidos sufrieron el efecto de un verdadero tsunami financiero. Siguió una cadena de pánicos bancarios y bursátiles que se extendió a escala mundial y que ha sido considerada como la peor crisis financiera en ochenta años.

Con objeto de entender mejor la debacle contemporánea, el presente libro ofrece un resumen de la historia de las crisis financieras mayores del pasado y de nuestra época. Después de identificar las crisis en la primera globalización financiera (1870-1914), analiza el mayor pánico financiero del capitalismo moderno que estalló en 1929 y que se convirtió en la Gran Depresión.



El texto se pregunta por qué no hubo crisis mayores durante la época del sistema Bretton Woods (1944-1971), para luego discutir los orígenes y consecuencias de la globalización financiera en el último cuarto del siglo XX, que dio lugar a la multiplicación de las crisis cuyos efectos aún padecemos.

Este libro familiariza al lector con los antecedentes históricos y con los principales detonantes de la tormenta financiera que estalló en 2008. Concluye con un resumen de los debates acerca de las medidas puestas en marcha por gobiernos y bancos centrales para superar los efectos de la crisis actual. Nos acerca así a las respuestas a una cuestión trascendente para nuestro bienestar presente y futuro.

America Latina en busca del tiempo perdido (2/2)

Carlos Marichal Salinas: Historía de las Grandes Crisis Financieras

Entre el cúmulo de libros sobre la actual crisis económica que están publicando desde hace dos años, éste de Carlos Marichal Salinas representa una sabia y singular combinación de rigor económico e histórico con una total sencillez expresiva, que prescinde absolutamente de la detestable jerga utilizada por muchos expertos en finanzas. No en balde su autor dio antes a la imprenta Historia de la deuda externa de América Latina (1989) y La bancarrota del Virreinato. Nueva España y las finanzas del Imperio español, 1780-1810 (1999), que han recibido un reconocimiento unánime en los países de habla hispana, como también sus respectivas versiones en inglés, por parte del público y en los medios académicos.

La nueva historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008 parte de crisis importantes que han acontecido en la economía mundial desde 1873, con más o menos incidencia en unos u otros países, y con orígenes y manifestaciones diversas, aunque todas tienen en común la alternancia de ciclos alcistas seguidos por otros declinantes, con puntos de transición violentos, como en su día pusieron de manifiesto Charles Kindleberger y Robert Alibert (Manias, panics and crashes, 1978). Este libro de Marichal, historiador español formado en Estados Unidos y residente en México, presta además una atención permanente a la dimensión mundial de las crisis financieras, no limitándose al desenvolvimiento de estos ciclos en las economías occidentales más avanzadas.

El primer capítulo está dedicado a las crisis financieras anteriores a la Primera Guerra Mundial, como la de 1873 y la de 1891, asociada, en sus comienzos, a los flujos financieros que enlazaban Londres, entonces centro financiero mundial, con las florecientes economías suramericanas, en el marco del patrón oro. El capítulo segundo resulta ser una aproximación excelente a la crisis de 1929 y años siguientes, dotado de un bagaje bibliográfico rico y preciso en las notas a pie de página, virtud presente en todo el texto. Otro de los muchos valores de este libro consiste en el afán de su autor por presentar con sencillez y claridad las principales respuestas que se han ofrecido por parte de los especialistas a interrogantes como el anterior. Se revelan, en este caso, las posibles causas reales, como la caída mundial de los precios de productos primarios en los años veinte y treinta, y también monetarias, como los defectos inherentes al restaurado patrón oro -que feneció definitivamente en medio de esta crisis, en 1931- o la inadecuada política del Banco de la Reserva Federal en 1929, el cual no ofreció apoyo suficiente a los bancos comerciales norteamericanos.

La crisis de 1929 se prolongó en algunos casos hasta fines de la década siguiente, sobre todo en países como Estados Unidos, a pesar de la política económica de Roosevelt, tan comúnmente alabada -también en este libro-, y tuvo tres derivaciones particularmente duras: paro, miedo y pobreza. La Segunda Guerra Mundial borró este cuadro pesimista y esbozó un mundo, que se hizo realidad en los años posteriores, de cooperación, apertura de mercados y voluntad de recuperación y desarrollo. Nacieron así entre 1944 y 1947 diversas instituciones económicas supranacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ambos de 1944, y la actual OCDE, creada en 1948 para administrar el Plan Marshall.

De 1950 a 1973 se vivió, en casi todo el mundo, tanto en el capitalista como en el comunista y los países neutrales, una etapa de crecimiento económico sin precedentes, más rápido en el caso de Europa occidental y Japón que en los Estados Unidos, aunque esta economía siguió siendo la primera del planeta. Precisamente fue la debilidad del dólar , que permaneció vinculado al oro hasta 1971, lo que puso final al orden monetario definido en 1944, debido al creciente déficit comercial de Estados Unidos y al voluminoso gasto militar de este país. A partir de entonces aumentaron la volatilidad y las fluctuaciones de los tipos de cambio. La acentuada subida de los precios del petróleo en 1973 fue la causa más visible, pero no la única, de la crisis que se prolongaría hasta mediados de los años ochenta, particularmente en Norteamérica y Europa occidental, aunque también la sufrieron con gravedad las economías socialistas.

Marichal dedica más de la mitad del libro al análisis de la evolución financiera del mundo actual en las cuatro últimas décadas. El autor desvela certeramente la trama principal de esta historia, que es la progresiva globalización del mercado de capital, y avanza algunas cuestiones interesantes. Por ejemplo, el impulso a esta tendencia mundialista que dio la inversión de petrodólares, es decir, las ganancias derivadas de la explotación de hidrocarburos que sus productores situaron en el mercado estadounidense, y que, desde ahí, bancos norteamericanos transformaron en créditos a países emergentes. O el diferente rasero entre el trato rigorista que el Fondo Monetario Internacional deparaba a los países pobres, con problemas de inflación y desequilibrio en sus balanzas exteriores, y el más benévolo a Estados Unidos que, en los años 60 y primeros 70, siguió un comportamiento monetario y financiero muy laxo.

El autor recoge la inquietud de los especialistas que detectaron una creciente frecuencia de las crisis financiera, de alcance nacional o regional, en la mayoría de los casos, a partir de 1987, y cómo algunos de dichos economistas -sobre todo, los norteamericanos Stiglitz y Krugman- relacionan este hecho con la progresiva desregulación de los mercados financieros. Marichal tiene el acierto de no quedar satisfacho con fáciles explicaciones ideológicas, tan al uso -Reagan y Thatcher, los neocon- y apunta a la influencia de interpretaciones teóricas, como las de algunos economistas discípulos de Friedman cuya influencia dista de haberse evaporado, y del éxito indudable que tuvo y tiene la apertura de los mercados mundiales de bie-nes y servicios, lo cual hace ineludible la globalización financiera, la innovación de instrumentos crediticios, la multiplicidad de oferentes y demandantes, y la flexibilización de los mercados para hacer posible la rápida trasmisión de rentas y capitales. Probablemente -y ello no dice, de modo literal, en este libro, pero surge de la lectura de sus páginas- habría resultado inviable el actual crecimiento de países como China. India o Brasil, sin una oferta de capital abundante, espontánea y fácilmente disponible.

Esto nos conduce a otra pregunta. ¿La liberalización de los mercados implica la ausencia de supervisión y regulación financieras? Posiblemente hoy se confunden ambos conceptos, que son bien distintos. Es curioso que el caso español sea un buen ejemplo de progresiva liberación del sector bancario y crediticio, respecto a las políticas de hace cuarenta años, al tiempo que se ha implementado un sistema supervisor y regulador que contribuyó a solucionar catástrofes pasadas y ha moderado considerablemente el impacto de la crisis actual sobre dicho sector. Otra cuestión que debate el autor de este libro es el de la tan denostada especulación. ¿Es la causante de las dificultades financieras de las economías nacionales, o son las debilidades manifiestas de estas últimas las que la alientan? De la lectura de muchos capítulos de este libro apasionante se deduce con claridad que en el Londres de los veinte o el Francfort de los primeros noventa, los inversores detectaron síntomas inquietantes que provocaron su salida.

Poderoso caballero, por Fernando Aramburu
De comunidades dirigidas por un elegido de Dios pasamos a estructuras destinadas a la consumación práctica de las ideas en la Historia y ahora resulta que el Estado es una empresa de administración de caudales públicos con las manos atadas por un ovillo de compromisos internacionales. El dinero ha gobernado siempre, en cualquiera de sus composiciones metálicas, los grupos humanos. Según decía el profesor fulanito de tal, el dinero, tanto como un medio de adquisición de bienes y voluntades, es un rigor que prefiere a las naturalezas previsoras y productivas. El dinero es hoy aleluya; mañana huelgas, recortes y ruina. Si busca usted una solución a la crisis, considere el modelo de sociedad en que desea vivir. Deberá después apretar el botón correspondiente para elegir entre encenderle una vela a santa Rita, tragarse las ruedas de molino de un partido capitalista de izquierda o solicitar los servicios de un gestor eficiente.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Ignacio Moncada Critica a KEYNES

Resulta heroica la obstinación de los keynesianos que van quedando. Mientras Occidente contempla cómo se derrumba la economía como resultado de más de tres años de políticas expansivas, éstos continúan su huída hacia delante. Y, sin duda, lo hacen con los ojos vendados, pues no ven que a escasos metros se encuentra el abismo. Rezaba en El País Jose Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, que "la tensión en los mercados financieros que de nuevo estamos padeciendo ha sido causada por una obsesión por la austeridad". Yendo incluso más lejos, el incansable Paul Krugman repite dos veces por semana desde las páginas del The New York Times la misma idea: "una respuesta real a nuestros problemas conllevaría por el momento, ante todo, más gasto gubernamental, no menos".

La realidad sigue sin dar una alegría a los fervientes seguidores de Lord Keynes. Desde el momento en el que estalló la crisis, los Gobiernos de ambos lados del Atlántico siguieron a pies juntillas el manual anticrisis que nos legó el economista inglés: que los Gobiernos gasten todo el dinero posible, da igual en qué, con objeto de mantener la demanda inflada. El hecho es que se ejecutaron los mayores planes de gasto público que jamás vieron los tiempos. Podría parecer extraño que mientras la economía occidental se contrae con violencia, y la gente tiene cada vez menos recursos, la salida de los Gobiernos sea la de acaparar todo el crédito disponible para despilfarrarlo en sus más inmediatas ocurrencias. Pero la verdadera luz que iluminaba esas acciones, aunque parecieran absurdas a ojos del ciudadano de a pie, era la promesa de que en menos de un año se volvería al pleno empleo y al sano y enérgico crecimiento económico. Tres años después, la realidad, ajena a las fantasías keynesianas, sigue sin hacer caso a tan voluntarista ideología. Ha logrado, eso sí, lo que parecía impensable: colocar a grandes potencias económicas al borde mismo de la suspensión de pagos.

Pero el asunto sigue agravándose. Los Gobiernos, incluso viéndose a un paso del precipicio, siguen pensando que la clave para evitar una traca de quiebras soberanas está en reducir el déficit publico al 6%, cifra que alguien debió mencionar en Bruselas como si fuera la panacea contra la crisis y que no deja de seguir siendo un nivel de endeudamiento masivo. La reacción de la economía, que no entiende de ideologías, ha sido la de ir a peor. La crisis de deuda se ha traducido en una explosión de las primas de riesgo, en el rescate encubierto del BCE a España e Italia y en la certeza de que volvemos hacia la recesión. El caso es que parece que ni el riesgo de quiebra parece frenar la fe ciega de los keynesianos en el despilfarro como método infalible para salir de la crisis. Al final resultó que la estrategia que nos prometieron que nos sacaría de la crisis en un año, pleno empleo incluido, nos ha traído a las puertas de otra gran depresión de las que duran más de una década. Sólo con un ajuste de caballo evitaremos adentrarnos en ella.

Ignacio Moncada es ingeniero industrial por ICAI y trabaja como analista financiero de inversiones en Nueva York.

Ignacio Moncada Critica a KEYNES

Resulta heroica la obstinación de los keynesianos que van quedando. Mientras Occidente contempla cómo se derrumba la economía como resultado de más de tres años de políticas expansivas, éstos continúan su huída hacia delante. Y, sin duda, lo hacen con los ojos vendados, pues no ven que a escasos metros se encuentra el abismo. Rezaba en El País Jose Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, que "la tensión en los mercados financieros que de nuevo estamos padeciendo ha sido causada por una obsesión por la austeridad". Yendo incluso más lejos, el incansable Paul Krugman repite dos veces por semana desde las páginas del The New York Times la misma idea: "una respuesta real a nuestros problemas conllevaría por el momento, ante todo, más gasto gubernamental, no menos".

La realidad sigue sin dar una alegría a los fervientes seguidores de Lord Keynes. Desde el momento en el que estalló la crisis, los Gobiernos de ambos lados del Atlántico siguieron a pies juntillas el manual anticrisis que nos legó el economista inglés: que los Gobiernos gasten todo el dinero posible, da igual en qué, con objeto de mantener la demanda inflada. El hecho es que se ejecutaron los mayores planes de gasto público que jamás vieron los tiempos. Podría parecer extraño que mientras la economía occidental se contrae con violencia, y la gente tiene cada vez menos recursos, la salida de los Gobiernos sea la de acaparar todo el crédito disponible para despilfarrarlo en sus más inmediatas ocurrencias. Pero la verdadera luz que iluminaba esas acciones, aunque parecieran absurdas a ojos del ciudadano de a pie, era la promesa de que en menos de un año se volvería al pleno empleo y al sano y enérgico crecimiento económico. Tres años después, la realidad, ajena a las fantasías keynesianas, sigue sin hacer caso a tan voluntarista ideología. Ha logrado, eso sí, lo que parecía impensable: colocar a grandes potencias económicas al borde mismo de la suspensión de pagos.

Pero el asunto sigue agravándose. Los Gobiernos, incluso viéndose a un paso del precipicio, siguen pensando que la clave para evitar una traca de quiebras soberanas está en reducir el déficit publico al 6%, cifra que alguien debió mencionar en Bruselas como si fuera la panacea contra la crisis y que no deja de seguir siendo un nivel de endeudamiento masivo. La reacción de la economía, que no entiende de ideologías, ha sido la de ir a peor. La crisis de deuda se ha traducido en una explosión de las primas de riesgo, en el rescate encubierto del BCE a España e Italia y en la certeza de que volvemos hacia la recesión. El caso es que parece que ni el riesgo de quiebra parece frenar la fe ciega de los keynesianos en el despilfarro como método infalible para salir de la crisis. Al final resultó que la estrategia que nos prometieron que nos sacaría de la crisis en un año, pleno empleo incluido, nos ha traído a las puertas de otra gran depresión de las que duran más de una década. Sólo con un ajuste de caballo evitaremos adentrarnos en ella.

Ignacio Moncada es ingeniero industrial por ICAI y trabaja como analista financiero de inversiones en Nueva York.

Ignacio Moncada Critica a KEYNES

Resulta heroica la obstinación de los keynesianos que van quedando. Mientras Occidente contempla cómo se derrumba la economía como resultado de más de tres años de políticas expansivas, éstos continúan su huída hacia delante. Y, sin duda, lo hacen con los ojos vendados, pues no ven que a escasos metros se encuentra el abismo. Rezaba en El País Jose Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, que "la tensión en los mercados financieros que de nuevo estamos padeciendo ha sido causada por una obsesión por la austeridad". Yendo incluso más lejos, el incansable Paul Krugman repite dos veces por semana desde las páginas del The New York Times la misma idea: "una respuesta real a nuestros problemas conllevaría por el momento, ante todo, más gasto gubernamental, no menos".

La realidad sigue sin dar una alegría a los fervientes seguidores de Lord Keynes. Desde el momento en el que estalló la crisis, los Gobiernos de ambos lados del Atlántico siguieron a pies juntillas el manual anticrisis que nos legó el economista inglés: que los Gobiernos gasten todo el dinero posible, da igual en qué, con objeto de mantener la demanda inflada. El hecho es que se ejecutaron los mayores planes de gasto público que jamás vieron los tiempos. Podría parecer extraño que mientras la economía occidental se contrae con violencia, y la gente tiene cada vez menos recursos, la salida de los Gobiernos sea la de acaparar todo el crédito disponible para despilfarrarlo en sus más inmediatas ocurrencias. Pero la verdadera luz que iluminaba esas acciones, aunque parecieran absurdas a ojos del ciudadano de a pie, era la promesa de que en menos de un año se volvería al pleno empleo y al sano y enérgico crecimiento económico. Tres años después, la realidad, ajena a las fantasías keynesianas, sigue sin hacer caso a tan voluntarista ideología. Ha logrado, eso sí, lo que parecía impensable: colocar a grandes potencias económicas al borde mismo de la suspensión de pagos.

Pero el asunto sigue agravándose. Los Gobiernos, incluso viéndose a un paso del precipicio, siguen pensando que la clave para evitar una traca de quiebras soberanas está en reducir el déficit publico al 6%, cifra que alguien debió mencionar en Bruselas como si fuera la panacea contra la crisis y que no deja de seguir siendo un nivel de endeudamiento masivo. La reacción de la economía, que no entiende de ideologías, ha sido la de ir a peor. La crisis de deuda se ha traducido en una explosión de las primas de riesgo, en el rescate encubierto del BCE a España e Italia y en la certeza de que volvemos hacia la recesión. El caso es que parece que ni el riesgo de quiebra parece frenar la fe ciega de los keynesianos en el despilfarro como método infalible para salir de la crisis. Al final resultó que la estrategia que nos prometieron que nos sacaría de la crisis en un año, pleno empleo incluido, nos ha traído a las puertas de otra gran depresión de las que duran más de una década. Sólo con un ajuste de caballo evitaremos adentrarnos en ella.

Ignacio Moncada es ingeniero industrial por ICAI y trabaja como analista financiero de inversiones en Nueva York.

viernes, 6 de mayo de 2011

La Reunión de Bretton Woods

George Soros es ese señor que es muy listo, que tiene mucho dinero y que, cuando habla, tiembla el universo.

Una de las cosas que ha hecho con su dinero es crear el Institute for New Economic Thinking, o sea, un sitio para ver si se les ocurre algo en cuestiones económicas.

En abril se reunieron en Bretton Woods, en el Mount Washington Hotel, que debe estar bien, con servicio de habitaciones las 24 horas del día.

En Bretton Woods, en 1944, se reunieron bastantes señores para ver cómo reconstruían la economía mundial cuando se acabase la guerra. De aquella reunión salió, por lo que he leído, el Banco Mundial, y también el Fondo Monetario Internacional y un sistema monetario basado en el dólar.

En la reunión del otro día había gente importante y con fama de sesuda, pero, o no tuvieron el día inspirado o es que las cosas están difíciles y a todos nos cuesta encontrar soluciones.

Dicen que las cosas han cambiado mucho desde 1944:

1. La crisis financiera y la recesión se están sintiendo más en los países desarrollados que en los emergentes, que, o no la han notado o la han notado poco.

2. Y si, entre los emergentes ponemos a China, que ha crecido mucho durante la recesión (de los demás), peor todavía.

3. Alguna agencia de calificación de riesgos (una de esas que lo han hecho tan espectacularmente mal) ha amenazado a Estados Unidos con rebajarle la calificación. ¡A Estados Unidos! ¡Qué falta de respeto!

4. En 1944, Estados Unidos y el Reino Unido iban de la mano, de acuerdo en casi todo, y mandaban.

5. Ahora intentan mandar Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Brasil, China, India y alguno más que me dejo, cada uno con su fuerza y cada uno con sus intereses.

6. Y cuando se reúnen, como cada uno piensa en sus intereses, lo cual me parece muy normal, es difícil que lleguen a un acuerdo. Y si llegan, son acuerdos que quedan muy bien, que suenan muy bien, pero que no sirven para gran cosa, porque cada uno va a lo suyo y cuando cada uno va a lo suyo, es difícil que llegue a un acuerdo con los demás.

En España, que está bastante lejos de Bretton Woods, estamos desde hace tiempo en la época del “y tú, más”, o de “la culpa de lo que pasa es tuya, porque cuando gobernabas lo hiciste muy mal y yo, a pesar de lo bien que lo hago todo, no he podido arreglarlo y, peor aún, lo he estropeado todavía más”.

Y decimos -por lo menos, lo digo yo- que toda esta gente que nos gobierna y los que se oponen a los que nos gobiernan son una panda de inútiles.

Seguramente lo son, pero quiero mandarles un mensaje de ánimo, porque a los de Bretton Woods tampoco se les han ocurrido muchas cosas. Por ejemplo, uno de los participantes ha dicho que “la nueva economía funcionará inevitablemente de una manera muy diferente de la vieja”. Y se ha quedado tan pancho.

Pero peor ha sido lo que ha dicho otro: que hemos inventado un sistema en el que China le ha prestado mucho dinero a Estados Unidos para que lo invirtiera en créditos hipotecarios a los ninjas (lo de los ninjas es mío, pero la idea es esa).

Cuando no sabía cómo acabar el artículo, he pasado por delante de un espejo en mi casa, me he visto y me he preguntado: “¿qué hace un chico como tú en este tinglado?”

En primer lugar, un chico como yo tiene que darse cuenta que el tinglado es serio y que los problemicas que leemos en los periódicos (que no me dan dinero para mi autonomía, que hay que bajar el sueldo a los parlamentarios, que Mourinho es un no sé qué, que el gol del Madrid fue/no fue gol, que La Vanguardia sale en catalán y vende mucho, etc) son eso: problemicas. O cosicas.

En segundo lugar, nos tenemos que acabar de enterar que el partido de verdad se juega en otros campos, que, por lo que parece, son campos ignotos, y perdonad la cursilería.

Y. en esos campos hay que estar. Ya estamos. Pero me parece que las cosas de España son muy pequeñitas comparadas con lo que está pasando en el mundo.

Y lo malo es que lo que pasa en el mundo me golpea inmediatamente en San Quirico.

Y si cuando me golpea, el golpe me sorprende criticando al alcalde porque ha estrenado una corbata de tergal y pensando quién le habrá sobornado con esa corbata, igual se me olvida que existe Bretton Woods.

Y puedo distraerme y olvidarme de que hay empresas nuevas que están saliendo a toda velocidad (Facebook, Google y otras parecidas), que tienen un éxito enorme, pero que crean muy pocos puestos de trabajo.

Y como mi preocupación, y la vuestra, son las 4.910.200 personas que están sin trabajo en España, cuando leo lo de Bretton Woods me desmoralizo, porque estos señores tampoco tienen ni idea de lo que hay que hacer. Y para gente sin ideas, ya tenemos bastantes en España (yo y muchos más).

Pero, a la vez, me entra la moral, porque pienso que en el mundo sí que debe haber trabajo. En el mundo quiere decir en el mundo. Ya sé que hay muchas personas que no están capacitadas para buscar trabajo por el mundo, pero otras sí lo están o, por lo menos, son suficientemente jóvenes para resetearse y lanzarse por ahí.

No me gusta nada lo de la “generación perdida”. Una generación no se pierde a no ser que los que la componen valgan muy poquito, sean muy blandurrios y, al grito de “¡empleo, ya!” esperen a que alguien que valga más y que sea menos blandurrio se juegue su dinero y les contrate.

He dicho muchas veces que esta es una época apasionante. Ya sé (me costó aprenderlo) que ésta es una crisis en L, o sea, hundimiento y tramo largo largo largo con salida lenta lenta lenta. Pero también sé, y también lo he dicho muchas veces, que ese tramo largo es un tramo apasionante, en el que hemos de romper con los viejos modelos (patronales obsoletas, sindicatos obsoletos, entidades financieras de otro siglo, partidos políticos envejecidos…) y hemos de salir, individualmente o en grupo, a comernos el mundo. Y cuando digo el mundo, quiero decir el mundo.

Pero somos nosotros, porque no hay que esperar que nos resuelvan los problemas

1. La Unión Europea, porque no es una, sino dos: los que mandan y los que obedecemos. Y que no me cuenten cuentos, que es así.

2. El G-20, o 21 o lo que sea, porque ya he dicho que cada uno va a lo suyo. Y España, como ya tenemos una silla, la que nos prestó Sarkozy, pues a calentar la silla.

Somos nosotros. Ya sé que a esto le llaman populismo, pero, tal como están las cosas, me fío más de mí que de estos mozos que dicen (ellos) que me representan.

P. S.

1. No es verdad eso de que “Vengo de Bretton Woods”. La que viene es Rana Foroohar, de la revista Time, que dice las cosas que yo copio.

2. Y las copio porque:

a. las entiendo;

b. estoy de acuerdo con ellas.

3. Para rematar el artículo, copio lo que ha dicho Isabel García Pagan, en La Vanguardia: “No son buenos tiempos para quien no sabe adónde va”.

4. Isabel, tienes más razón que un santo

sábado, 5 de marzo de 2011

La Subasta Vickrey

Subasta Vickrey. La subasta Vickrey, como la inglesa, permite vender un solo artículo. La diferencia es que la postura más alta obtiene el artículo al precio ofrecido por el segundo postor más alto. Este formato es bueno por que los compradores tienen el incentivo de ofrecer lo que ellos creen que el producto cuesta, sin preocuparse de cuanto es lo que va a ofrecer los demás. [comentario: William Vickrey recibió el Premio Nobel de Economía].

En la subasta Holandesa en Reversa el comprador debe especificar el precio máximo (oferta inicial) y el numero exacto de artículos que desea comprar a ese precio (el precio establecido en la postura siempre es unitario). Los vendedores ponen una oferta en ese nivel máximo o abajo del nivel máximo de precio al cual están dispuestos a vender. Al final de la subasta, los que hayan puesto una oferta menor ganan el derecho a vender esos artículos en la mínima oferta exitosa.

Una subasta Yankee es una variación de la subasta holandesa donde el postor exitoso es el que paga el precio que ofreció, al contrario de la holandesa donde se vende al precio determinado por el comprador exitoso que ofreció menos.

Subasta holandesa:

Comienza al precio más alto del objeto, el que ningún participante está dispuesto a pagar. Va descendiendo hasta que uno de los participantes anuncia su deseo de pujar. Así obtiene el objeto.

Nota: Las subastas holandesa y de primer precio son equivalentes en muchos sentidos.

Subasta inglesa:

Comienza con precio cero y va subiendo. Los participantes comienzan activos deseando comprar a cero. En un precio determinado, los participantes desean comprar a ese precio (activo) o no (inactivo). A medida que aumenta el precio, los participantes disminuyen(*) sus demandas. La subasta termina cuando sólo queda un participante activo. Éste es el ganador, paga el precio en el cual el resto de los participantes dejaron de pujar.

La Subasta Vickrey

A Subasta de Vickrey es un tipo de sellar-hizo una oferta subasta, donde los licitadores someten ofertas escritas sin saber la oferta de la otra gente en la subasta. El licitador más alto gana, pero el precio pagado es la oferta segundo-más alta. La subasta fue creada cerca Guillermo Vickrey. Este tipo de subasta es estratégico similar a Subasta inglesa, y da a licitadores incentivo para hacer una oferta su valor verdadero.

El papel original de Vickrey consideraba solamente las subastas donde se está vendiendo un bueno solo, indivisible. En este caso, los términos Subasta de Vickrey y el segundo-precio sellar-hizo una oferta la subasta sea equivalente, y se utilizan alternativamente. Cuando las unidades idénticas múltiples (o un bueno divisible) se están vendiendo en una sola subasta, la generalización más obvia es hacer que todos los licitadores paguen la cantidad de no-ganar más alto hecho una oferta. Esto se conoce como a subasta del uniformar-precio. La subasta del uniformar-precio no, sin embargo, dé lugar a los licitadores que hacen una oferta sus valuaciones verdaderas como hacen en una subasta del segundo-precio a menos que cada licitador tenga solamente demanda para una sola unidad.

Una generalización de la subasta de Vickrey que mantiene el incentivo para hacer una oferta verazmente se conoce como el mecanismo de las Vickrey-Clarke-Arboledas (VCG). La idea en VCG es que cada jugador en la subasta paga el coste de oportunidad que su presencia introduce a todos los otros jugadores. Por ejemplo, suponga que deseamos a las manzanas de la subasta dos, y tenemos tres licitadores. El licitador A desea una manzana y hace una oferta $5 para esa manzana. El licitador B desea una manzana y está dispuesto a pagar $2 ella. El licitador C desea dos manzanas y está dispuesto a pagar $6 para tener los dos, pero es desinteresado en comprar solamente uno sin el otro. Primero, decidimos el resultado de la subasta maximizando ofertas: las manzanas van al licitador A y al licitador B. Después, decidir pagos, consideramos el coste de oportunidad que cada licitador impuso ante el resto de los licitadores. Actualmente, B tiene una utilidad de $2. Si el licitador A no hubiera estado presente, C habría ganado, y tenía una utilidad de $6, así que A paga $6-$2 = $4. Para el pago del licitador B: a tiene actualmente una utilidad de $5 y C tiene una utilidad de 0. Si el licitador B hubiera estado ausente, C habría ganado y tenía una utilidad de $6, así que B paga $6-$5 = $1. El resultado es idéntico si o no participa el licitador C, así que C no necesita pagar cualquier cosa.

Las subastas de Vickrey se estudian mucho en literatura económica, pero no son particularmente comunes en la práctica. Un mercado en el cual se han utilizado es el recoger de estampilla. eBay'sistema de s de el hacer una oferta del poder es similar, pero no idéntico, a una subasta de Vickrey. Una variante generalizada leve de una subasta de Vickrey, nombrada la subasta generalizada del segundo-precio, que es diferente del mecanismo de VCG, se sabe para ser utilizada en Google y Yahoo! 'programas en línea del anuncio de s

Como Fijar el Mejor Precio en una Subasta : William Vickrey

El concepto económico de la subasta inversa

Hace tiempo encontré en la red las explicitaciones que siguen y que sirven perfectamente para ilustrar la apertura de este artículo. Una subasta puede definirse como un mecanismo de asignación, en la cual compiten varios demandantes u oferentes por bienes o servicios, obteniéndose al final un ganador y un precio. A efectos de este artículo, nos referiremos a subastas en las que existe un vendedor (subastador) que recibe propuestas individuales de un grupo de compradores (proponentes). Una de las características principales de las subastas es la existencia de información asimétrica, pues cada uno de los participantes conoce sólo su disposición a pagar por el objeto subastado, pero no la de los demás. Igualmente, el subastador desconoce estas disposiciones a pagar. Muchos de los aportes recientes en la teoría de las subastas han girado en torno al tema de la asimetría de la información.

Las pujas en las subastas pueden ser establecidas en base a diferentes sistemas.

1.
Subasta mediante sobre cerrado de venta al primer precio

Consiste en la adjudicación de un bien para el cual el subastador recibe ofertas en sobre cerrado de los diferentes participantes. Cada participante suministra independientemente una única oferta sin conocer las de los demás. El bien es entregado a quien presenta el precio más alto, el cual el oferente configura partiendo de su propia valoración del bien y de la estimación previa que posee de las valoraciones que hacen los demás participantes.

1.
Subasta mediante sobre cerrado de venta al segundo precio

También en este tipo de subasta, cada participante presenta una única oferta, sin conocer las ofertas presentadas por los demás participantes. El bien es asignado al oferente que realiza la oferta más alta, pero con la diferencia de que el precio pagado corresponderá al de la segunda oferta más alta. Este tipo de subasta es a menudo denominada filatélica, ya que originalmente se utilizó por los coleccionistas de estampillas de correo, también se conoce como Subasta de Vickrey, en honor a William Vickrey, ganador del Premio Nobel de Economía en 1996, quién escribió dos célebres trabajos1 relacionados con subastas en 1961 y 1962.

Para ampliar la información sobre este tìpo de subastas, podéis consultar el excelente artículo titulado “Las subastas Vickrey. Un poco de historia” publicado por nuestro compañero Tristán en su blog de Rankia “Subastas Judiciales”.

1.
Ascendente (Subasta Inglesa)

Este tipo de subasta se caracteriza porque para su inicio se tiene un precio de reserva del bien a subastar que corresponde al valor más bajo que quien lo ofrece está dispuesto a recibir por él. A medida que se desarrolla la subasta, los participantes ofrecen valores que se incrementan en sumas fijas predeterminadas hasta el momento en que ningún postor esté dispuesto a mejorar la última oferta, siendo adjudicado el bien al postor que la hizo. La incertidumbre inicial, debida a que cada uno conoce sólo su propia valoración, se va reduciendo a medida que se desarrolla la puja.

Respecto a los postores es importante destacar que los mismos tienen siempre la expectativa de lograr una utilidad positiva generada por la diferencia entre su valor de reserva y el valor que ofrecen públicamente por el bien, dado que el primero es siempre mayor o igual que el segundo. Es por esta razón que las propuestas terminan cuando el precio llega a la segunda valoración más alta, o a un valor ligeramente superior, debido a que el agente establece una estrategia de presentar un precio igual al máximo precio inmediato inferior mas un cierto incremento, a veces definido por el subastador, de esta manera el proponente con el precio de reserva más alto consigue la asignación pagando un precio inferior a ese valor, obteniendo así un excedente.

1.
Descendente (Subasta Holandesa)

Este tipo de subasta opera en forma totalmente contraria a la subasta Inglesa ya que comienza en un valor alto anunciado por el subastador y que él mismo va disminuyendo hasta que alguno de los participantes proclama que está dispuesto a pagar ese último precio anunciado por el bien. En este tipo de subasta también se presenta asimetría de información, pero a diferencia de la subasta ascendente, la incertidumbre sobre la misma no disminuye a medida que avanza el proceso, ya que por la mecánica misma de la subasta, los agentes no pueden aprender acerca de la valoración que los demás tienen del bien.

Una subasta es eficiente en el sentido de Pareto cuando el bien es asignado a la persona con la mayor disponibilidad a pagar: es claro que en caso contrario, habría la posibilidad de una negociación que mejorara a uno de los participantes sin empeorar a ningún otro, es decir, sería posible realizar algún intercambio mutuamente ventajoso porque no se habrían agotado todas las ganancias.

Nota: Enunciado por Vilfredo Pareto, el concepto de eficiencia de Pareto (también llamado óptimo de Pareto, Pareto-optimalidad u óptimo paretiano) es aquella situación en la cual se cumple que no es posible beneficiar a más elementos de un sistema sin perjudicar a otros. Se basa en criterios de utilidad: si algo genera o produce provecho, comodidad, fruto o interés sin perjudicar a otro, provocará un proceso natural de optimización hasta alcanzar el punto óptimo. (Fuente: Wikipedia).

En las Subastas descendentes o inversas no necesariamente se alcanza el óptimo de Pareto, pues puede ocurrir que la persona que posea la valoración más alta piense erróneamente que los otros postores poseen una valoración inferior a la suya y para el momento en que decida hacer su oferta públicamente, es posible que alguien que valoraba menos el bien ya haya lanzado su oferta y lo haya adquirido. El bien no resulta entonces adjudicado a aquella persona que lo valoraba más.

II.- La compraventa de un inmueble mediante la utilización de la subasta inversa online

La venta de inmuebles online mediante el procedimiento de subasta en su modalidad de inversa o a la baja hace escaso tiempo que ha llegado a la red. Se inicio en España en el año 2008 en el salón de la Feria de Madrid, a instancia de la empresa Tulipp, que subastó 216 viviendas, adjudicándose 22 inmuebles, que contaron con unos descuentos respecto a los precios iniciales que oscilaron entre el 18,5 y el 30,3%.

En la red es posible encontrar multitud de proyectos online en los que nos ofrecen diferentes métodos o formas de adjudicación de una vivienda mediante este sistema, bien mediante una sustancial rebaja sobre el precio de mercado (como norma general) o bien, desembolsando una ínfima cantidad de dinero (de forma excepcional).

En general, el funcionamiento de algunos sitios Webs que nos brindan la oportunidad de participar en una subasta inversa con la promesa de la posibilidad de adquirir un inmueble por un módico precio, resulta ser extremadamente sencillo. Te registras en la Web y, tras facilitar los datos solicitados, inicias el proceso de búsqueda del piso que te pueda interesar. Una vez localizado, ya puedes empezar a realizar las pujas. El bien inmueble se lo adjudicará aquel postor que haya realizado la puja más baja, siempre que no se encuentre repetida.

Es cierto que participar en este tipo de subastas inversas puede suponer un ahorro importante en el precio de compra de una vivienda, mas no puede obviarse que, como venimos señalando, existen determinadas iniciativas en la red que promocionan este tipo de subastas ofreciendo una condiciones exageradamente ventajosas para el futuro comprador y adoleciendo de una preocupante falta de información respecto al funcionamiento y requisitos de participación de estas subastas.

A pesar de no haber procedido a iniciar el registro en ninguna de estas Web, quisiera realizar, no sin cierta prudencia, algunos comentarios al respecto de estas escasas iniciativas.

Resulta extremadamente alentador que nos ofrezcan la oportunidad de poder adquirir un inmueble por una cantidad sensiblemente inferior al precio de mercado y pocas dudas suele ofrece el funcionamiento de estos procedimientos cuando se realizan por empresas inmobiliarias, profesionales y serias, especialistas en el mercado inmobiliario (en Rankia podéis encontrar abundante información sobre las hipotecas inversas).

Sin embargo, la posibilidad de apropiarse de un piso por un precio no superior a 150 euros resulta, a priori, terriblemente apetecible. Así, a primeras de cambio, cualquier persona con un mínimo de raciocinio, empezará a desconfiar de este novedoso sistema de venta de inmuebles, fundamentalmente por la deficiente información ofrecida.

Por otra parte, resulta evidente que este sistema de la subasta inversa sólo pudiera tener su justificación cuando en el mercado inmobiliario existe un excedente de oferta que no llega a cubrirse con las expectativas de la demanda. Por tanto, se trata de un intento de equilibrar la demanda y la oferta, ante una acumulación de stocks que carecen de salida, pues la viabilidad de este sistema pretende equilibrar la legítima expectativa del vendedor con los intereses del comprador, al margen del posible beneficio económico, en forma de comisión, que pudiera llegar a percibir la empresa que subasta..

Sin embargo, si profundizamos un poco más en este sistema de venta de inmuebles, es fácil comprobar como el piso se empezará a subastar con una determinada cantidad de pujas, o, dicho en román paladino, que el piso subastado, con independencia del precio que pague el comprador, tendrá un valor máximo de reserva, fijado por la empresa en connivencia con el vendedor. Así, nos podemos imaginar que este sistema no deja de ser una forma muy lucrativa de negocio, legítima por otra parte, consistente en la consecución de un objetivo: realizar la transacción de un bien inmueble que, con la actual recesión económica se encuentra a la espera de una reactivación de la demanda, la cual se encuentra aletargada ante la aparición de un blindaje en el acceso a las vías de financiación por parte de Bancos y Cajas y a una caída “desmesurada” de los precios.

Es decir que, en líneas generales, la subasta inversa es un buen método de adquisición de bienes inmuebles (utilizado incluso por la Administración), aunque de forma residual se haya utilizado en la red para promocionar determinados proyectos que, mutatis mutandi, resultan ser similares a otros proyectos que circulan por Internet, consistentes en la adquisición de un piso, mediante la realización de un sorteo entre todos aquellos usuarios que envíen un SMS. Cuantos más SMS envíes más oportunidades tendrás y del que dimos sobrada cuenta con la publicación de este artículo. Excepcionalidad que, a mi juicio, tiende a desnaturalizar el espíritu que inspira este tipo de subastas.

Es, por ello que, a mi juicio, es destacable el hecho que ciertas páginas Web ofrezcan una información extremadamente deficiente, pues los datos expuestos para dar a conocer el funcionamiento real de la subasta son terriblemente desalentadores. A mayor abundamiento, las condiciones de uso de la página Web únicamente se limitan a establecer la obligación legal de protección de los datos personales, que necesariamente deben cumplir según la LOPD.

La omisión de una información más detallada, referente a las condiciones de la subasta (se limitan a señalar que el funcionamiento es el de cualquier subasta normal), tipo de salida, modo de realizar las pujas, inexistencia de puja no repetida, exposición de los conceptos aplicables a los gastos ocasionados por la adquisición de la vivienda, condiciones para la exhibición de la documentación pertinente, el establecimiento de una garantía, para el caso que la escrituración no llegase a materializarse, suscripción de un contrato de seguro, exposición detallada de los derechos y obligaciones de los licitadores, legislación aplicable etc.., es un craso error que, en cualquier caso, desvirtúan este tipo de proyectos y generan una desconfianza en un método de venta perfectamente válido y ajustado a derecho.

Para finalizar quisiera realizar una serie de advertencias sobre este tipo de iniciativas.

*
El vendedor con estos proyectos consigue un doble objetivo. El primero vender una vivienda y el segundo obtener unos pingües beneficios por la citada venta. Es conveniente acumular toda la información posible sobre la identidad de la empresa que subasta, sobre el vendedor y sobre cualquier otro dato relevante sobre la titularidad de la página Web.

*
La rebaja del precio (y en algunos casos el irrisorio precio) que abona el comprador por la compra de la vivienda debe ser incrementando con la consiguiente aportación de índole tributaria o fiscal. En este sentido puede comprobarse la repercusión fiscal de este tipo de operaciones en el artículo Las incidencias legales para el adquiriente de un piso por sorteo.

*
El funcionamiento de estos negocios inmobiliarios descansa en la obtención de un número mínimo de participantes, sin los cuales deja de tener sentido estos proyectos.

*
Es aconsejable informarse adecuadamente si tenemos la intención de participar en este tipo proyectos y consultar a un Abogado o profesional especializado, ante cualquier tipo de duda.

martes, 15 de febrero de 2011

El Fondo de Rescate Europeo Se Aumenta a 500.000 Millones

Es una medida esencial
Para defender la Europa del Euro
Hay que aguantarla frente a los Instigadores
Y los Depredadadores Financieros

Jens WEIDMAN: Enseña a Merkel

De fontanero de Merkel a posible máxima autoridad monetaria de la zona euro. Así es Jens Weidmann.
Ampliar la foto
Jens Weidmann

* Depósitos, cuentas remuneradas, y tarjetas – compara antes de contratar

* Weber no sucederá a Trichet

2011-02-15
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FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA

Suabo de nacimiento, el nuevo hombre fuerte de la política económica germana, Jens Weidmann, es un producto de la era Merkel. Con sólo 38 años la recién elegida canciller le sacó de un destino gris al frente del Consejo de Expertos Económicos, donde ejercía como secretario, para ponerle al frente del grupo de análisis de política monetaria del Bundesbank. Un cargo desde el que coordinó las negociaciones del G-20 en nombre de Alemania para luchar contra los efectos de la crisis financiera.

De ahí pasó a uno de los puestos más ambicionados por los economistas alemanes, el de Sherpa en el G-8. Los "sherpas" son los asesores personales de los líderes que intervienen en las cumbres, una suerte de emisarios con plenos poderes. Los sherpa preparan las conferencias y definen los puntos a tratar. Dentro del gabinete presidencial son, asimismo, los que trazan la estrategia y, haciendo honor a su sobrenombre, dirigen a su respectivo líder por el proceloso ambiente de las cumbres internacionales de alto nivel.

A Weidmann, de quien se dicen maravillas dentro del exigente Bundesbank, le queda cuerda para rato. Por de pronto será el sustituto de Axel Weber al frente del poderoso banco central germano, quien ha decidido abandonar el cargo un año antes de que se acabe su mandato. El despacho del presidente del Bundesbank bien podría ser la antesala de un destino más elevado aunque no muy alejado geográficamente (ambos están en Fráncfort), la presidencia del Banco Central Europeo.

Es un futurible que tiene todos los visos de hacerse realidad. Por turno le toca a Alemania colocar presidente en el BCE tras los años de cuota francesa representados por Jean Claude Trichet, al borde de su retiro. Alemania, además, ha ganado muchos enteros en los últimos años gracias al buen desarrollo de su economía y a la debacle de los PIGS. Saber quién va a ponerse al frente del Banco Central es, por lo tanto, algo de capital importancia para ir viendo por donde va a discurrir la política de la entidad en los próximos años.

De Weidmann puede esperarse lo propio de la escuela alemana de banca central, es decir, rigor monetario y pánico a la inflación, dos lecciones que la hiperinflación de los años veinte dejó marcadas a fuego entre los economistas alemanes. En su juventud fue discípulo de Manfred Neumann, uno de los eméritos más influyentes de Europa. El profesor Manfred Neumann, del Institut für Internationale Wirtschaftspolitik y, recientemente, autor de un polémico informe que dio la vuelta a Europa hace unas semanas.

El mentor de Weidmann es, entre otras cosas, partidario de las quiebras ordenadas sin necesidad de salir del euro, una apuesta original y arriesgada que, con Weidmann en la presidencia, podría llegar hasta la cumbre del BCE. Es sólo una hipótesis. Lo que no lo es en absoluto es la facilidad de Weidmann para resumir grandes problemas económicos en pequeños programas accesibles para todo el mundo.

Esa facilidad le llevó a la fontanería económica de la Cancillería. Un precedente: cuando ejercía de secretario del Consejo de Expertos Económicos consiguió fundir en un programa de 20 puntos las condiciones para que la Alemania de entonces, sumida en la crisis, recuperase la senda del crecimiento y el empleo.

Su antiguo jefe en el Consejo, Bert Rürup, remarcaba, cuando se lo llevaron a Berlín, que Weidmann era una "mente brillante, probablemente acabe como economista jefe del Bundesbank". La realidad es que, en sólo cinco años, su carrera ha ido mucho más lejos. Un colaborador de confianza cree que la clave de su éxito es, aparte de su juventud y capacidad de trabajo, su pragmatismo: "Le interesan las relaciones empíricas, no los asuntos ideológicos", asegura convencido de que a la estrella de Weidmann le falta aún mucho tiempo para apagarse.

lunes, 14 de febrero de 2011

LAS CRISIS EN OCTUBRE: Demanda de Liquidez

Durante los años de burbuja inmobiliaria en España la locura se apoderó de gran parte del país. La euforia flotaba por el aire mientras el homo triunfador hispanicus caminaba orgulloso por la calle con su Audi recién estrenado, sus gafas de sol Dolce&Gabbana y la ropa de Armani. El crédito fluía libre, hipotecando a todo un país que se daba aires de nuevo rico, animado por prensa y Gobierno por igual. Quien no tuviera piso e hipoteca era tildado de perdedor. No obstante, ya se sabe que el "precio de los pisos siempre sube..."

Todo el país sucumbió a estos cantos de sirena. ¿Todo? !No¡ Un grupo de ciudadanos irreductibles, organizados en asociaciones y foros de internet, resistieron la locura, cual aldea gala a los romanos. Y en uno de estos foros se popularizó una frase: "Será en octubre". Una especie de grito de guerra interno que representaba el mes en que la burbuja y el sistema financiero colapsarían con todo tipo de consecuencias, llegando algunos al extremo de predecir el colapso total.

¿Por qué en octubre?

Podría parecer una payasada más de las que circulan por internet, pero algunas veces la cultura popular esconde pequeñas gemas de lucidez. Un breve vistazo a la historia muestra que el grito de guerra "será en octubre" no va nada desencaminado.

Durante el pasado siglo XX acontecieron varias crisis financieras en octubre o, al menos, muy próximas a dicho mes, empezando por el crash de octubre de 1907 en la bolsa estadounidense. Sin embargo, la primera recesión internacional importante no tuvo lugar hasta 1920-1921, debido al enorme coste de la I Guerra Mundial. Curiosamente, el desplome bursátil asociado a dicha crisis comenzó el 3 de noviembre de 1919.

Diez años más tarde, también en octubre, aconteció el famoso crash de 1929, que daría paso a la Gran Depresión. En concreto, el 24 de octubre de 1929 es conocido como el Jueves Negro, y a éste sucedió el Martes Negro la semana siguiente.

Más recientemente, destaca también el denominado Lunes Negro, el 19 de octubre de 1987, que dio paso a la crisis Savings and Loans de EEUU, causada por la sobre-expansión crediticia de los bancos estadounidenses dedicados a la concesión de hipotecas y a alimentar la consiguiente burbuja inmobiliaria. Una de las grandes excepciones a este tipo de coincidencias en el calendario es, sin duda, el estallido de la burbuja puntocom, ya que tuvo lugar entre marzo y abril del año 2000.

Sin embargo, el otoño también estuvo muy presente durante la presente crisis. El pánico bancario que desató el Northern Rock en Reino Unido se inició el 14 de septiembre de 2007, debido a los rumores (con fundamento) sobre las graves dificultades financieras que atravesaba el banco.

Por supuesto, el gigante norteamericano Lehman Brothers colapsó el 15 de septiembre de 2008, tambaleando así los cimientos financieros de medio mundo. Por si fuera poco, el sistema bancario islandés quebró, igualmente, ese mismo octubre, a pesar de los intentos desesperados del Gobierno de Islandia para evitar lo inevitable.

A la vista de los acontecimientos, muchos inversores y analistas se han planteado abiertamente el por qué de tales coincidencias temporales, sin llegar a una conclusión definitiva. Muchos afirman que solo es casualidad, mientras que tampoco faltan los que lanzan toda una retahíla de explicaciones conspiranoicas, desde las más creíbles hasta las más inverosímiles. Pero entre todos estos argumentos destaca uno.

La demanda de liquidez

Para estudiar el sistema financiero y monetario siempre resulta interesante fijarse en la experiencia de modelos diferentes al actual para comprobar si las teorías económicas son solo explicaciones ad-hoc o bien reflejan leyes fundamentales. Particularmente, sobresale un fenómeno propio del sistema financiero canadiense del siglo XIX que arroja algo de luz acerca de la importancia del período otoñal para la banca.

El siguiente gráfico representa la cantidad de billetes puestos en circulación por el sistema bancario de Canadá (en negro) y de EEUU (en gris) de 1880 a 1900.

Fuente: Central Banks as Source of Finantial Inestability, de George Selgin.

En concreto, el sistema monetario y bancario estadounidense estaba por entonces fuertemente regulado mediante las leyes impulsadas por el expresidente Abraham Lincoln tras la Guerra Civil, y cuyo objetivo consistía en concentrar el crédito en los denominados National Banks.

Dichas entidades podían respaldar la emisión de billetes y crédito no sólo mediante oro y plata sino también mediante bonos del Gobierno (deuda pública), lo cual favorecía su financiación. Para asegurarse el éxito del nuevo sistema, el Gobierno estadounidense impuso una tasa a los bancos estatales impidiéndoles así competir en igualdad de condiciones con los National Banks, pertenecientes al sistema bancario federal. En dos años, todos los bancos que no pertenecían al nuevo sistema cerraron o quebraron.

Tales regulaciones permitieron a los bancos estadounidenses de la época escapar el control de los consumidores y a la sana competencia, al tiempo que estimulaban expansiones crediticias a las que seguían pánicos bancarios y la consiguiente contracción monetaria y económica.

Ésta fue, precisamente, la principal causa de los diferentes pánicos y crisis financieras que acontecieron en EEUU durante la segunda mitad del siglo XIX. En concreto, EEUU sufrió dos pánicos bancarios a principios de la década de 1880, uno en 1882 y otro más intenso en 1884, que obligaron al sobre-extendido sistema bancario federal a contraer la masa monetaria, tal y como se ve en la imagen.

En cambio, durante esa misma época, la banca canadiense carecía de grandes regulaciones. Así, cada banco era libre de emitir los billetes que consideraba apropiado, pero bajo el estricto escrutinio de los consumidores y la competencia. Como puede observarse en el anterior gráfico, el sistema canadiense no regulado (free banking) mantiene la masa monetaria a un nivel más constante y estable que el sistema estadounidense regulado.

Además, el sistema bancario canadiense sigue un patrón regular que se repite cada año, donde la emisión de billetes aumenta entre agosto y noviembre, para volver luego a los niveles previos. Estos meses coincidían con la temporada de recolecta, lo cual aumentaba el comercio y la demanda de billetes.

Cuando la demanda de billetes aumenta porque crece el comercio, si los bancos incrementan la oferta de billetes el equilibrio monetario tiende a mantenerse, ayudando a mantener la estabilidad económica. El sistema canadiense sin regular no estaba sobre-extendido y era capaz de acomodar la demanda de billetes estacional, mientras que el sistema estadounidense regulado no respondía a las necesidades de sus consumidores.

Este efecto es, precisamente, el que explicaría por qué las crisis financieras tienden a suceder durante una misma época. Los patrones de comercio suelen ser estacionales y se repiten año a año y, por tanto, la demanda de dinero sigue un patrón parecido. Así, durante las temporadas donde aumenta la demanda de dinero, un sistema financiero sano responderá aumentando temporalmente la emisión, y contraerá la masa monetaria cuando esa demanda estacional desaparezca.

En cambio, un sistema financiero con capacidad para sobre-extenderse, basado en la actual banca central, cuando atraviesa dificultades -crisis cíclicas como resultado de una expansión crediticia sin respaldo de ahorro real- no podrá responder a un aumento estacional de la demanda de dinero, provocando así escasez de billetes, proceso que en la actualidad se conoce bajo el término de crisis de liquidez, con la consiguiente quiebra de las entidades más comprometidas.

Hay que tener muy claro que un aumento de la demanda de dinero es siempre el detonante y nunca la causa primera de la crisis (expansión crediticia impulsada por la banca central y la reserva fraccionaria), pero sí explica por qué las crisis financieras tienden a coincidir durante la misma época. La cuestión clave es que el aumento en la demanda de liquidez no constituye un problema grave para un sistema financiero sano, bien capitalizado, pero sí pone en aprietos a un sistema financiero sobre-extendido.

Una vez más se demuestra el ingenio de la cultura popular, muchas veces superior a la teoría económica dominante... "Será en octubre".

sábado, 12 de febrero de 2011

Salarios Vinculados a La Productividad

Salarios vinculados ¿a la inflación y/o a la productividad?

* Una combinación de ambos sería el escenario ideal
* Los expertos dan sus claves ante el debate abierto

Elena Hita | Madrid
Actualizado sábado 12/02/2011 05:08 horas

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Comentarios 211

La crisis económica, en general, y Merkel, en particular, han puesto sobre la mesa un nuevo debate: vincular salarios a la inflación y/o a la productividad.

Sindicatos y patronal no parecen muy dispuestos a cambiar las cosas y prefieren dejar que siga siendo la inflación la que marque las subidas. En el otro lado, desde la canciller alemana Angela Merkel hasta el Banco de España, pasando por el mismísimo expresidente del Gobierno Felipe González, defienden el rendimiento de la empresa. Y en el medio, el Ejecutivo de Zapatero, que reconoce que habría que cuantificar "mejor" la productividad sin olvidar los precios.

Lo cierto es que una combinación de ambos sería el escenario ideal para no perder poder adquisitivo y para, a la vez, 'premiar' o 'castigar' a los trabajadores según los resultados de la empresa. Y todo ello, como ejemplifica Diego Sánchez de León, socio de Talento, Organización y Personas de Accenture, a partir de una retribución variable, en la que un porcentaje estaría ligado a la productividad de cada trabajador, es decir, al cumplimiento de sus objetivos, y otro, a los resultados de la compañía. El tramo fijo estaría vinculado al IPC.
¿Cuál es la situación actual?

En España, desde la Transición, los sueldos se ligan a la inflación pasada, lo que "garantiza la capacidad adquisitiva, pero genera problemas de competencia año tras año" ya que crea una "espiral" inflacionista, señala Juan Carlos Martínez Lázaro, economista de IE Business School.

Hace justo un año, sindicatos y patronal rubricaron un principio de acuerdo que fija un incremento salarial para 13 millones de trabajadores del 1% para 2010, de entre el 1% y 2% para 2011 y de entre el 1,5% y 2,5% para 2012. Además, se contempla una cláusula de revisión salarial que se aplicará al final del periodo para recuperar lo perdido. No en vano el año pasado la inflación acabó en el 3%.
¿Por qué lo rechazan los agentes sociales?

En una cultura como la nuestra, donde apenas está extendida la retribución variable, no es fácil que un trabajador asuma que parte de su sueldo irá en función de si la empresa gana más o menos dinero.

En paralelo, "¿están las empresas dispuestas a ser transparentes con sus trabajadores y desvelar ciertos datos?", se pregunta Martínez Lázaro. UGT lo duda.
¿Qué dificultades plantea?

Los expertos coinciden en que hay que pasar página de los convenios sectoriales, ya que son "inflexibles" y toman decisiones para todo un sector "independientemente de cómo vaya la empresa", dice Oscar Izquierdo, experto en asesoramiento en Recursos Humanos de Ernst & Young Abogados, y acercarse más a la realidad de cada empresa.

Las empresas, por su parte, deben "facilitar los medios de capital y de organización de trabajo" para que un trabajador pueda ser más productivo, añade Martínez Lázaro, porque "no se trata de trabajar más horas, sino de ser más productivos en las mismas horas".
Ventajas

Además de servir de estímulo a los empleados, sin duda, vincular salarios a productividad permite que muchas pequeñas y medianas empresas no sufran un nuevo revés en sus maltrechas cuentas con subidas salariales indexadas a la inflación.
Ejemplos

Siemens , Google o Volkswagen son tres de las empresas que en plena crisis han subido el sueldo a sus empleados para premiar su trabajo en estos tiempos.

La compañía alemana ha valorado el "destacado comportamiento" de su plantilla durante esta etapa. Por su parte, las nóminas de los trabajadores de la empresa de Internet han estrenado el año con aumentos del 10% y las del fabricante de automóviles, del 3,2%.

Otra versión a la inversa es la pactada en la planta de Barcelona de Nissan, donde el empleo está garantizado tras la adjudicación de la fabricación de una nueva furgoneta. A cambio, la plantilla ha aceptado la congelación salarial.
¿Qué otros elementos se pueden contemplar?

Además del IPC y la productividad, el profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de Fedea, Florentino Felgueroso, apunta otras variables como eficacia, costes unitarios, evolución de precios por sectores o por países.

Por su parte, Sánchez de León añade la competitividad respecto a otras empresas del sector.
¿Qué se hace en otros países?

Según detalla Joan Daura, socio de Recursos Humanos de la consultora PwC, al igual que en España, en Francia e Italia los sueldos también están prácticamente vinculados a la inflación.

En Reino Unido predominan las negociaciones individuales con la empresa, en función de los resultados.

En Alemania, convertido hoy en el país que abandera la causa de la productividad, los sindicatos participan en la gestión de la compañía con lo que hay mucha transparencia y comprensión en esta fórmula.

En EEUU las empresas tienen libertad para hacer lo que mejor les convenga.

Hasta el 19 de marzo, UGT, CCOO y CEOE tienen de plazo para culminar la negociación colectiva, donde, sin duda, este debate tiene que clarificarse.

El Mejor Fondo de La Historia: Aprende Economia

Para invertir 1.000 dólares y ganar 10 millones sólo hace falta una buena gestión y algo de paciencia. En concreto, 82 años de paciencia, pero es posible. Prueba de ello es la evolución del fondo Pioneer Fund, el tercero más antiguo de EEUU, que es, en términos de rentabilidad, el mejor fondo de la historia. Su trayectoria, hasta el momento, ha obtenido retorno de 1.073.300%.

La gestora Pioneer fundó este fondo en frebrero desde 1928. Su filosofía de inversión es la búsqueda de valor, primando las grandes cotizadas estadounidenses que pasen por un buen momento. Actualmente, sus posiciones mayoritarias son compañías de materias primas y consumo, aunque cuenta con una cartera muy diversificada.

Como esperar 82 años no es plato de buen gusto para nadie, su evolución se puede mirar también en términos de rentabilidad anualizada. Tampoco se le pueden sacar pegas porque presenta una media de 11,85% cada año, frente a la media del índice S&P 500 que es del 9,55%. En el último año acumula una rentabilidad del 15,7%, ligeramente superior al 15,08% del índice S&P 500 en el mismo periodo.

En sus 82 años de historia, tan solo ha tenido cuatro gestores, incluyendo al actual, John Carrey, que es vicepresidente ejecutivo de la firma y miembro de esta desde 1979. A finales de 2010 Pioneer Fund gestionaba unos 7.000 millones de dólares.

Otro punto a su favor es la distancia con su competidor más directo, American Funds Investment Company (AIVSX), que obtuvo una rentabilidad del 684.327% desde su arranque en 1934. Este tampoco lo ha hecho mal. El fondo ha batido en un 85% de los fondos de larga capitalización en los últimos 15 años. En cuanto a su estrategia de inversión, se centra en firmas que presentan dividendos saneados y en aquellas que son capaces de mantener un dividendo en un largo periodo.